Cuando por vez primera me asomé a la fotografía del Che, tendido en la lavandería del hospital de Valle Grande, Bolivia, sólo me salvó de caer, el célebre soneto del cubano Cintio Vitier:
Derrumbado en el hielo de la muerte
por el plomo que fuiste a procurarte
en la lucha feroz, no estás inerte
…………………………………..
arqueado el torso roto, el rostro aparte
de la sombra que quiere conocerte
parece que ya vas a incorporarte (1)
Me aferré a la poesía ante aquella imagen demoledora, tomada por el boliviano Freddy Alborta en octubre de 1967:
quien descubra el cadáver
es que no tiene fe (2)
Me refugié en la imagen del cubano Alberto Díaz (Korda), una de las instantáneas más famosas del mundo.
Fue, tomada una fría tarde de marzo de 1960, mientras el fotógrafo se encontraba en su labor durante los funerales de las víctimas del sabotaje al barco francés La Couvre, donde Fidel Castro usaba de la palabra.
Korda diría en una entrevista: “El Che se había mantenido en un segundo plano. Se acerca a mirar el río de gente. Lo tengo en el objetivo, tiro uno y luego otro negativo, y en ese momento el Che se retira. Todo ocurrió en medio minuto”
Soldadito boliviano
El Che estuvo combatiendo hasta que el cañón de su fusil M-2 queda inutilizado y es herido en ambas piernas. Sólo así pueden capturarlo, el 8 de octubre. Lo trasladan la pueblo de Higueras, y en la capital boliviana, se conjura el asesinato, al filo de la madrugada del 9.
El mayor Miguel Ayoroa y el coronel Andrés Selnich, rangers entrenados por los yanquis, instruyeron al suboficial Mario Terán para que procediera al asesinato; pero el verdugo, completamente embriagado, vacila
-Dispara, cojudo, dice el Che con entereza
Soldadito de Bolivia
soldadito boliviano
armado vas de tu rifle
que es un rifle americano (3)
Debieron repetirle la orden y le dispara de la cintura hacia abajo, una ráfaga de metralleta:
Te lo dio el señor Barrientos
soldadito de Bolivia
regalo de míster Jonson
para matar a tu hermano (4)
Había sido dada la versión de que el Che había muerto varias horas después del combate y por eso los ejecutores tenían órdenes de no disparar sobre el pecho ni la cabeza, para no producir heridas fulminantes. Eso prolongó cruelmente la agonía, hasta que un sargento -también ebrio- con un disparo de pistola en el costado izquierdo, lo remató.
Las horas finales de su existencia en poder de sus despreciables enemigos, tienen que haber sido muy amargas para él; pero ningún hombre mejor preparado que el Che para enfrentarse a semejante prueba (5)
La poesía deslinda la luz de las tinieblas:
El crimen fue en Bolivia
No fue Bolivia (6)
Che Comandante, amigo
El uruguayo Mario Benedetti, consternado, se preguntó cómo podíamos seguir:
da vergüenza el confort
y el asma de vergüenza
cuando tú comandante estás cayendo (7)
Intentaron esconder tu cadáver, Che; pero estás de vuelta treinta años después, con tus compañeros de guerrilla: “no llegan vencidos. Vienen convertidos en héroes, eternamente jóvenes, valientes, fuertes, audaces. Nadie puede quitarnos eso” (8)
La poesía, siempre en las alas del futuro, lo había adelantado treinta años antes:
Y no porque te quemen
porque te disimulen bajo tierra,
porque te escondan
en cementerios, bosques, páramos,
van a impedir que te encontremos,
Che Comandante,
amigo (9)
Pero, el Che no es una fotografía, un mausoleo, ni un instante. Y como un caballero, responde:
-¿Dónde estás, caballero seguro
caballero del cierto destino?
-Con la espada aclarando camino
al futuro señora, al futuro
-¿Dónde estás, caballero de gloria,
caballero entre tantos primero?
-Hecho saga en la muerte que muero:
hecho historia, señora, hecho historia (10)
Y lo había dicho, Ernesto, el guerrillero, con sus propias palabras:
Y si en nuestro camino se interpone el hierro,
pedimos un sudario de cubanas lágrimas
para que se cubran los guerrilleros huesos
en el tránsito de la historia americana (11)
La poesía al lado de la honra y de la luz. El niño que buscaba el sol, con la oración inconclusa de La Higuera, ansia de constructor, de médico y ministro, sosteniendo el caballo de ajedrez, con esos lazos que no se pueden romper como los nombramientos, subido al costillar de Rocinante, con el sueño del Congo y de Bolivia, y la estrella en la frente, Santa Clara. Siempre.
Se equivocan
más que nosotros figurándose
que eres un torso de absoluto mármol
quieto en la historia, donde todos
puedan hallarte.
Cuando tú
no fuiste sino el fuego,
sino la luz, el aire,
sino la libertad americana
soplando donde quiere, donde nunca
jamás se lo imaginan, Ché Guevara. (12)
NOTAS
(1) Cintio Vitier: Ante el retrato de Guevara yaciente(2) Belkis Cuza Malé: Biografía(3) Nicolás Guillén: Guitarra en duelo mayor(4) Ibidem
(5) Fidel Castro: Una introducción necesaria. Diario del Che en Bolivia(6) Joaquín Marco: Che Guevara(7) Mario Benedit: Consternados, rabiosos(8) 12 de julio de 1997. Palabras de la hija del Che, Aleida Guevara en el recibimiento solemne a los restos del Che y sus compañeros en La Habana
(9) Nicolás Guillén: Che Comandante(10) Mirta Aguirre: Canción Antigua a Che Guevara(11) Ernesto Guevara: Canto a Fidel
(12) Eliseo Diego: Donde nunca jamás se lo imaginan
1 comentario:
Excelente trabajo. Lo publique en mi blog Desde Cuba.
Saludos,
Juan
Publicar un comentario