sábado, 24 de agosto de 2013
CRÓNICA / Recuerdos de la infancia
Yoanis Fernández Echavarría
Bien recuerdo allá en
la década de los 80 en Jesús Menéndez en el norteño municipio de las Tunas, el
Batey. Allí se erguía majestuoso y arrogante el central, era todo un devorador de
cañas, los trituraba como tritura el león a su presa, recuerdo cuando los
parientes de la Habana
venían y guardaban en montones de pomos
lo que ellos llamaban: nieve cubana, si me refiero al bagacillo, nunca olvidare
aquel olor a melao, era todo una delicia
¡qué tiempos esos!
En aquella época 3 pares de mocosos como lo éramos,
Liliam, Arys y yo, contemplábamos las imponentes columnas, que a nuestro
entender, no eran columnas sino los grotescos gigantes de Don Quijote, y quién
podría decir lo contrario, más aún en aquella
etapa, cuando la inocencia, te tomaba de la mano como una novia ferviente y enamorada y tu de tan inocente,
no te dabas cuenta.
En aquel tiempo, en el
campo, con mis primos, tuve una infancia feliz. Rememoro como nos las
ingeniábamos para matar a la rutina eran una enemiga real en el
pueblo, parecía empeñarse en tenerlo todo controlado como un general austero
con su ejercito: ¡qué tonta!, con nosotros no podía.
Esos tiempos no eran de
DVD ni de discoteca, ni siquiera se hablaba de la pandemia del siglo el Sida.
Había un profundo arraigo por lo nuestro
y la sencillez, la amistad genuina y el amor desinteresado eran valores tan
comunes, como el aroma del café en un bohío guajiro.
Era entonces cuando la curiosidad nos
susurraba al oído: ¡llénense de vida! Y
nos tenía embobados ante una puesta de
sol y una imponente noche estrellada, siempre se empeño en mantenernos ocupados.
A
mí me gustaba mucho
treparme a los árboles, un día me trepé en uno, lo hacia con la
velocidad de un rayo, ¡súbito! , en cuestiones de segundo podía contemplar toda la verde vegetación, a pero para bajarme,
a para bajarme la cosa si se ponía mala, era más lenta que una tortuga, no
sabia cómo hacerlo, me aferraba tanto a el mismo, como se empeña un gato por
coger un ratón, un día cuando esto me ocurrió, de las tantas veces que me
pasaba, todos se rieron, por supuesto, menos yo.
La promotora de todo era Liliam, con esa
risa suya y aquel par de ojos negros que brillaban fulgurantes como dos
pequeños luceros, cuando me decía: Oye tengo un nuevo plan ¡y agarrense! porque
era supremo.
Cierto día reunimos a todos los chicos y
chicas del barrio para un gran espectáculo circense, los actores que lo
realizarían todo éramos, por supuesto
nosotros, repartíamos tikes, eran inventados por la industria infantil de todo
colaborador/ra que se las ingeniaba para
hacerse popular en el demo.
Vengan todos, participen, no se pierdan ¡la
mujer sin cuerpo!, !la vidente! Y vaya usted a saber cuantas ideas salían de
aquellas cabecitas, que por instantes ponían en práctica, y como gustaban
nuestras ideas.
Cuando Sol de Batey impactó en la teleaudiencia cubana, nosotros
los de acá, no éramos sólo espectadores ¡hacíamos la obra! , nos disfrazábamos
y a dejar volar la imaginación.
Lo
que soñábamos siempre era eso, que éramos grandes actores, nos pasábamos
todo el tiempo filmando y filmando, bajo el Sol y también bajo la lluvia.
Una
tarde nos fuimos de excursión, nada más y nada menos que a una estancada
cañada, estábamos todos bien limpiecitos, perfumados, pero a la hora de indagar
que se escondía en lo profundo agua, ¡cataplum! , luego como comprenderás de pescamos un tremendo
catarro, y curso intensivo de pastillas e inyecciones.
Disfrutaba mucho andar con los animales, y
escuchar el trinar de los pájaros, y el concierto gratuito de grillos y ranas,
no podía faltar en mi pueblo.
Sobre todo aquel café con leche espumoso que
me preparaba mi abuela, ella era de andar sereno, mirada dulce y consejo firme. Aunque no este conmigo, la
recuerdo porque la amé mucho.
Hoy
mis hijas conocen de la
Internet , de los amigos
virtuales, de celulares, pero yo nunca
me olvidaré de mi infancia, la recuerdo con orgullo, donde la amistad
era pura, la simpleza era ganancia, y la
tierra olía a encanto.
DE LA AUTORA
Yoanis
Fernández Echavarría
Licenciada
en Estudios Socioculturales. Investigadora, asesora, habilitada como periodista
por el Instituto Internacional de Periodismo José Marti, con un diplomado
en Género y Comunicación. Se desempeña actualmente como Especialista en las
Artes y Medios Audiovisuales en Radio Chaparra, Las Tunas. En 2013 obtuvo el
premio 26 de Julio, por la
Editorial de Mujer con el testimonio Yoana.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario