miércoles, 14 de agosto de 2013
Poeta invitado / LUIS YUSEFF (CUBA)
Lentos van
sucediéndose los días
a
Eddie
en las múltiples estancias donde dura tu ausencia
ya ha comenzado
a tomar cuerpo la desmemoria
no
en
ti
sino en el salmo cotidiano
de tu sueño sobre la
mesa
tendida
en la flor
Jamás
transcurre
el día
sin que existan
las
cosas
que te
pertenecen
en las múltiples estancias donde dura tu ausencia
ya ha comenzado a madurar el otoño
las extrañas claridades convertidas en mieles
derramadas de los cántaros que te invocan
lento fluyen de mí cuajan
en
mí me cubren
en mí
beben las mariposas
las mínimas
barcas de
luz
acodan
en mí
sobreviven estas aguas
hasta que en la garganta comienza a doler el
silencio
y el silencio me devora.
Los papeles sabios
Llegado el tiempo de las inevitables conversaciones.
Cuando una palabra no es exactamente una palabra
sino un disparo entre dos.
Cuando una palabra es casi una declaración de culpabilidad.
Llegado el tiempo de esas inevitables conversaciones.
Sobre qué escribir entonces.
Si tengo cosas que callar. Y lo que pienso es lo que escribo.
Si ya no sé de qué parte quedan los amigos.
Qué dirán sobre el papel. O qué no dejan
escrito sobre el papel de rosas. Un papel de flores muertas.
Cadáveres que hieden en mis manos
o se pudren entre sus labios.
(Lo sé por la maleza de sus sílabas).
De qué lado quedan entonces los amigos.
Hoy que han venido preguntando
por las páginas tristes de Guillermo.
Y el dolor ha saltado de mi mano como un tigre.
Y luego ─con temblor─ anuncio a la voz interesada
que Guillermo se ha ido de esta casa.
Hoy un hombre ha sido preguntado.
Y de cada palabra que dijo fue quedando un rastro
sobre el papel que escuchaba.
Los papeles sabios.
A veces soy el enemigo. A veces soy el aliado.
Nadie pregunta por mis temores.
Y es que debo ─como Borges─
justificar lo que me hiere.
Soy el poeta. Y no logro construir con palabras
las mágicas combinaciones que pudieran evadir
una conversación inevitable.
Hoy un hombre ha sido preguntado.
Cuando llegó a casa lavó su cuerpo. Recortó el cabello.
Destruyó algunos poemas.
Quería ser otro.
Idea equivocada de la felicidad
Toda felicidad es inocencia.
Marguerite
Yourcenar
Mirábamos la sombra del árbol.
Tú dijiste que sus hojas parecían de cristal.
Y yo escribí un poema
que hablaba de la pérdida
de la inocencia y la felicidad
que no teníamos ─lo recuerdo.
Después
pasó el tiempo.
Y ahora que ya no tenemos árbol
ni la inocencia de entonces
nos damos cuenta de que la felicidad
era aquella sombra tan parecida a un cristal.
La
lluvia anunciaba
Aireada y cristalina como tu belleza/ el
agua/ cae/ y
corre a lo largo de las calles/ de la ciudad donde
anduvimos juntos/ y donde todavía a
menudo creo
verte/ como una sombra transcurrir
bajo los portales.
Delfín Prats
Desde los portales la lluvia anunciaba la próxima estación
cuando finalmente aparecías. Este verano se ha vuelto primavera.
Dice un viejo mientras ve llover a cánticos
sobre los tejados de esta ciudad que no aguarda
en tanto transcurre el agua de los comienzos recién nacida
para nunca acabar. Haciendo grande mi silencio
la contemplación de la mujer que mira
la ruina de su peinado en las vidrieras
y la burla de los muchachos jugándose la vida en cada gesto.
Penetrando las magníficas figuras en el aire
se pasan los cigarrillos como libélulas
entre los poderosos brazos. Y un hombre confinado
a calentarse las manos en los bolsillos piensa:
Obra del demonio esas volutas de humo...
A lo lejos el reloj del campanario recuerda que no vendrás.
Seguro sospechas de mí que me duele la lluvia en los huesos.
Que le he visto brillar sobre el asfalto y perderse en los drenajes
sin llegar a anunciar tus pasos en el agua
mientras existe la noche como existió otras veces
tu deseo hecho arena sobre la piel mojada
dominando en mínimas combinaciones las torres levantadas
por tus manos que poco a poco terminaban
de un golpe convertidas en cáliz
donde las salvajes ménades sacian la sed
Dioniso navega en la embriaguez de los vinos
y la ingrávida luz se abre caminos en el aire.
Noche de los narcisos en que la lluvia fue nuestra mejor aliada.
La apetecida lluvia
colmando la extensión poderosa que te lleva
y te trae.
Ya dan más de las diez. No hay luna esta noche.
La lluvia continúa cayendo sobre el fuego.
Y el fuego lentamente se apaga bajo la lluvia.
No estás para hacer menos este aguacero infernal.
Este deseo de verte aparecer contra todo pronóstico
sin excusas con una luz de agua en los ojos
como si la lluvia no fuera nuestra más íntima enemiga.
Estela de luz sobre los charcos
¿Es ángel?/ ¿O es una espada larga
que se clava/ contra los cielos,
mientras fuljo sangres/
y acabo en luz, en titilante
estrella?
Vicente Aleixandre
Estela de luz sobre los charcos.
Qué inconmensurable calma. Un dedo surcando las aguas de la noche.
Ese ángel está mirándote desde la otra orilla
Y conspira pero no te dirá
su nombre
(tú
tampoco)
Es un
secreto maravilloso.
Bíblica evocación del ademán adverso. Las amatorias formas
sorprendidas a través de la ventana.
(Las ventanas traicionan a los amantes).
Todavía el ángel es un rostro en la neblina. Se te acerca.
Toma por el tallo la luna. Y sonríes.
No puedes creerlo: Está lloviendo desde los altos sitios de la noche.
Su viril abandono te adentra al pórtico umbrío
celosamente resguardado por rejas que sin explicación ceden.
(Se abren las
puertas del
cielo e inauguran
las primeras rutas del deseo).
El ángel todavía no ha dicho su
nombre. Y tú piensas que la rosa
con otro seguiría oliendo igual. Y se torna luna la luna
noche la
noche
anónimo el
cuerpo y la rosa itinerante.
La rosa
que has de
entregar
no el miedo
ni la repetida negativa
sino la mano adentrándose
como lirio
al aire al sol a la luna dándote en la cara.
Pero el reflector de un auto los sorprende.
Clava puñales de luz en las espaldas.
Detrás de los cristales comienzan a despertarse los vecinos.
Una sombra cruza la sala vacía.
Desplaza miradas como moluscos sobre la forma alargándose
de tu vientre a la mano del ángel que no dice nada.
Nunca dijo nada (tú tampoco). Atravesado como lo tienes
en la garganta llegas a casa
Y temblando
con una pequeña luz
entre las manos
corres a guardar bajo la almohada
las estrellas que recogí en los charcos.
Luis Yuseff (Holguín, 1975). Miembro
de la Uneac. Tiene
publicados los poemarios El traidor a las palomas (2002), Vals de los cuerpos
cortados, Yo me llamaba Antonio Broccardo, Esquema de la impura rosa y Golpear
las ventanas, todos en el 2004; Salón de última espera (2007), Los silencios
profundos (2009), La rosa en su jaula (2010), Los frutos de Taormina (2010) y
Aspersores (2012), Premio Nacional de Poesía
Nicolás Guillén (2012). En el 2009 recibió
el Premio de Poesía La Gaceta
de Cuba .Poemas suyos aparecen recogidos en varias antologías, revistas y
periódicos fuera y dentro de la
Isla.
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