domingo, 9 de noviembre de 2008

De cuando COMPAÑEROS y SEÑORAS se convirtieron en TÍOS y TÍAS


Reinaldo Cedeño Pinedaescribanode@gmail.com


La palabra tía siempre me resultó entrañable, íntima. Una palabra que había que resguardar. Un vocablo que no podía rebajar, vulgarizar ni prodigar a cualquiera.

Será que para mí la palabra tía NO es cualquier cosa. Lleva la honradez de mi tía Gloria, tiene la mirada amorosa de mi tía Georgina, huele a ternura como la natilla de mi tía Nena.

Para los españoles, unas tías pueden ser unas tipas. Para los vietnamitas, el Tío Ho es inconfundible. Para los cubanos, es por excelencia, el hermano o hermana de tu madre o padre. O una persona de confianza casi familiar al que por cariño se le deposita el mote de "tío" o "tía".

¿Cuando empezó entonces la conversión de señoras y caballeros, en tíos y tías, sin tener en cuenta cercanía familiar o confianza?

Lo he preguntado y algunos, más jóvenes que yo, no han entendido la pregunta, hasta se han burlado.

―¿Qué más da tía o compañera?, me dijo uno de ellos.

La palabra no es simplemente el resultado de una articulación de lengua, labios y dientes. La palabra no es sólo una conjunción de sonidos. La palabra es, sobre todo, la expresión de un pensamiento y en consecuencia, está cargada de intenciones.

Una palabra define, determina, nos habla de la posición del hablante y de sus consideraciones.

Para algunos, esas designaciones de tío y tía a diestra y siniestra, llega del período de becas, de la convivencia en común, de las movilizaciones…

No necesariamente.

Yo también estuve becado, también fui a la escuela al campo... aunque es cierto que fue hace algunos años ya. La primera vez que le dije "tía" a una señora que no era hermana de mi padre ni de mi madre, fue en séptimo grado y tenía once años. Realmente no me fue difícil, pues aquella señora que cocinaba tenía el rostro noble del campo, y nunca se me olvidan sus manos callosas cuando las asomaba por el hueco del comedor para servirme el desayuno.

He escuchado decir a otros que el tratamiento de "tíos" y "tías" responde a una renovación sicológica y lingüística de la sociedad cubana, a la irreverencia propia de la gente más joven… Es como si la palabra compañero o señor se hubieran vuelto fastidiosas, añejas, olieran a demasiada reverencia, a un respeto ya pasado.

Sería terrible si así fuera.

No son los tiempos de mis abuelos ni lo de mis padres. Yo mismo acabo de cumplir los cuarenta… pero me permito discrepar

Creo que este dirigirse a las personas sin distinción de edades ni cercanías afectivas es una extrapolación de ciertos contextos y jergas a la generalidad, que se ha confundido el desenfado con la confianza, y una supuesta afabilidad con el exceso. Se han extraviados muchas cosas.


La proliferación de profesores de manera emergente ―sin el tiempo necesario para el afianzamiento de sus conocimientos y en plena formación madurez personal― es otro factor que ha contribuido a una formación educativa carencial en etapas decisivas. Por esas maneras, asoman cierta dosis de marginalidad y relajamiento de las autoridades.

En una palabra: hay serios problemas de formación. Y lo de "tías "y "tíos" es apenas un botón de muestra, una consecuencia. Lo peor, es el tono en que muchas veces se dirigen.

Por mi parte, me formé en la compañera y la señora, en el compañero y el señor. Y ya no podré desprenderme de eso.

Mis sobrinos se llaman Esteban y Magda. Estoy orgulloso que ellos me llamen tío. Soy eso, el hermano de su madre, pero no tengo otros sobrinos. Los sobrinos no se encuentran por ahí, no se fabrican, ni se pueden inventar. Ni los tíos tampoco.

¿Usted que piensa?

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Reinaldo, coincido contigo en que se ha ido extendiendo el uso de tío y tía para referirse o dirigirse incluso a desconocidos, y se olvida así lo que hay de sentimiento detrás de esa palabra.
Claro que los tíos (as) no se inventan ni se encuentran en cualquier lugar. Es un familiar bien cercano y que en ocasiones asume el papel de madre o padre según el caso. No le regalemos, pues, esa palabra al primero que se cruce en nuestro camino.
Pero lo que más me preocupa es la forma en que algunos jóvenes se dirigen a personas mayores o de cierta jerarquía. Casualmente la semana pasada tuvimos una reunión con el funcionario del organismo superior que nos atiende, y me llamó la atención que una compañera de trabajo, muy joven, se dirigiera a él tratándolo de tú al responder una pregunta sobre su trabajo. Me pareció totalmente fuera de lugar.
Es una pena que con tanto esfuerzo que se hace para que este sea un pueblo con una cultura general integral, se descuiden normas elementales de respeto y educación.

Anónimo dijo...

muy bueno tu comentario acerca de este tema ,no solo molesta por la ligereza con que lo dicen sino por la falta de educacion y de respeto que al final se esconde detras del tio o tia,ademas de lo irritante que resulta que un desconocido se considere tu familiar,es que acaso el superar en edad a un joven nos hace parientes proximos de cualquier muchachito o muchachita ,los años pasaron pero los buenos modales y la educacion nunca han pasado de moda o de actualidad ni siquiera en las llamadas sociedades de la comunicacion o de la imformacion donde el individuo es sinonimo de individualidad se deja de considerar como esenciales el respeto y la medida en las relaciones sociales ,estos dos factores son indispensables para el equilibrio social,pero como dices la carencia de modelos a imitar desde las aulas por la emergencia que es resultado del agotamiento no de un modelo sino de un metodo de formacion, que no se relaciona con los objetivos de esta sociedad,ese si es un problema que requiere urgente solucion, en ello va el futuro del la nacion cubana sino tenemos modelos no tendremos paradigmas, imitar demasiado no es bueno ya lo dijo el mejor de los cubanos, nuestro Marti,pero no tener ni que, ni a quien imitar es peor,por que revela una carencia mucho mayor.

OSmar OLiva

Anónimo dijo...

y menos mal que ustedes (santiagueros) no viven en la capital querido Reynaldo; porque sino ya te hubiesen invadido con un rotundo "puro"; y no precisamente el clásico habano, ese que ahora todos repudian, amén de la cubanía que él acapara desde nuestras raíces aborígenes, y de que, de cierta forma, se salda la deuda con la humanidad al aportar una vacuna contra el cancer de pulmón.

en la moraleja hay mucha tela por dónde cortar.

Slds, Siempre,

JB

Anónimo dijo...

Cedeño, abordas diversos ángulos que tributan a un mismo punto: la educación formal, y si no nos gusta el término, por muy socorrido, podríamos decir "el respeto".
No tengo sobrinos por eso cuando escucho la palabra tía me resulta fuera de contexto: Prefiero compañera.
Creo que por intentar ser postmodernos se pierde la amabilidad en el propio lenguaje, un acto muy relacionado con considerar arcaico el hecho de decir buenos días o pedir permiso, palabras y conductas que mejorarían muchísimo la convivencia humana, el respeto al otro.
Tomo muy en serio lo que llega a mi oído: una música agradable; una frase caballerosa o gentil.
La palabra es una riqueza de nuestra especie; pero también ella es el reflejo de carencias educativas y formativas.
En una sociedad que disminuye las brechas entre hombres y mujeres, lamentablemente algunos confunden en ocasiones la igualdad con la falta de gentileza en el trato de hombres a mujeres.
Igualmente confluye en esta caja de resonancia el irrespeto a las jerarquías: de hijos a padres; de alumnos a maestros; de jóvenes a ancianos.
En este último aspecto creo que hay tela por donde cortar. Una nación que envejece debe multiplicar el respeto por los años y el aporte dejado por los antecesores.
Se confunden a veces el desenfado con la falta de respeto, no es lo mismo.
También coincido contigo en que hay que insistir en temas como la ética pedagógica con los jóvenes profesores en formación.
Saludos, Zenia

Amparo dijo...

Reinaldo: lo que has escrito me ha traído a la memoria muchas expresiones que se usan ahora y que no siempre resultan cariñosas. Porque además de tía y tío, están puro, mami, mima... Por teléfono se oyen muchas como: Mi cielo, mi amor, Cariño, y esas personas no te conocen, sin olvidar las que mencioné al inicio. En algunos lugares será común, pero aquí tía y tío no se dice, precisamente, para demostrar cariño, sino vejez y de forma despectiva. También existe un descuido en el trato a las personas mayores; ahora la juventud le dice tú a cualquiera, por ejemplo, novias o amigas que han tenido mis hijos han tratado de tú enseguida a mi mamá, que es una anciana. Los abuelos de mis hijos eran muy mayores, y siempre los traté de usted. Y tuve compañeras de trabajo que me doblaban la edad y jamás les dije tú. Creo que hay que pensar mucho en esto que está sucediendo, porque no solo en la casa se están descuidando estas normas de conducta, también en la escuela. Hay muchos profesores jóvenes que les dan demasiada confianza a sus alumnos y esa actitud trae aparejada esta situación de tu trabajo. Te felicito por tus trabajos de tanta actualidad, y gracias por las frases tan hermosas que le dedicaste a mami. Un abrazo.

Anónimo dijo...

El hecho de que lo de tía provenga de la beca es consistente: ahí a las empleadas les llaman tías. Caro que no necesariamente siempre fue así, yo detesto que me llamen tío, abuelo, puro, etc. es una forma de despersonalizarme, como de hundirme en la mierda.
En algún momento de los '60 a la gente más iluminada se le ocurrió abolir el "señor" y la "SEÑORA" porque le recordaba el capitalismo. qué tontería: señor es un título de dignidad, no de clase social. Tal abolición fue fruto de tremendo complejo.

Ahora tenemos que conformarnos con todas esas palabrejas horrendas, y hay que admitirlo. Si abolieron el señor, cómo no van a abolir el compañero, esa idea de abolir palabras que a alguien se le antoja demasiado honrosas, eso es fatal. La norma de trato mutuo debe ser la suprema. el mensaje debería ser " lo más importante es usted, mi prójimo"

Antonio Desquirón

Yolanda Molina Pérez dijo...

Coincido en que lo peor del tío y tía es el tono irrepestuoso, la degradación de un vocablo contentivo de un sentimiento filial, de gran valía a los ojos de la familia cubana, pero es que hablan por hablar, como los "cariñositos (as) telefónicas".
Amparo suelo hacer chistes sobre el tema, después que tenemos algún percance de ese tipo mi esposo y yo solemos hacer improvisaciones de diálogos posibles a partir de respuestas similares y en pocos segundos los rumbos son %&/()=?=?.
Señor Antonio hablar de las aboliciones culturales hechas en nombre del socialismo y la Revolución, especialmente en las décadas del 60 y el 70 sería una
larga conversación,lo peor es que las mayoría de las mentes estupidamente iluminadas por la envidia refractada a través de su incapaz mediocridad, fueron las "luminarias" bajo cuya penumbra quedaron por años talento y capacidad.
La mala educación del cubano gana preponderancia a nivel social, me molestan los tíos y tías y sus similares, como todos aquellos que por la menor excusa te estampan un beso y la mano en el hombro, los que no miran al saludarlos, los que pasan por la acera y empujan a mis hijas con sus jabas de "compras", ...
me espanta que seamos un pueblo que aspira a ser el más culto y olvidemos las normas básicas de respeto y convivencia, me preocupa la facilidad con que se confunde instrucción con cultura y má saún la liviandad con que cualquiera se confiere títulos doctos, carentes de conocimiento y experiencia...
Cedeño, como otras tantas veces abriste la aja de Pandora ¡y yo sin tiempo para caerles atrás!
Un abrazo, y mis deseos de recuperación,...
PD: espero que no te moleste mi atrevimiento de diálogo con Amparo y Antonio

Anónimo dijo...

Me parece muy ilustrativo tu
comentario. Yo, que todavñia no llego a los 40, pero soy tía de una
hermosa sobrina de verdad, hija de mi única hermana, ya me enfrenté un
avez a la desagradable situación de que un extraño me diga tía. Me sentí
vieja, pues el muchacho era mucho mayor que mi sobrina.
Algo similar ocurre con el apelativo de puro, o pura, para referirse a las
personas adultas, sería bueno que luego te refieras ese término. Un saludo
desde Villa Clara.
--
MsC Osmaira González Consuegra
Periodista del semanario Vanguardia