lunes, 3 de noviembre de 2008

YMA SUMAC: La princesa INCA y El concierto del bosque


Daysi A. Cué Fernández
dcue@cultstgo.cult.cu

Vivía cerca de un bosque y, cuando no estaba en la escuela, se adentraba en aquella fronda umbría donde los elementos naturales se fundían con ella en perfecto maridaje. Hablaba muy poco y no tenía miedo a la soledad o a la noche, como otros niños de su edad. Durante horas, sentada a la orilla del arroyo, fluía con él y el susurro íntimo del agua le penetraba los poros, le humedecía las fibras más recónditas, como si ella fuera una prolongación de ese líquido, siempre presto a refrescar sus inquietudes.

Cuando los mayores le preguntaban acerca de sus aspiraciones futuras, contestaba invariablemente cantar, para asombro de quienes nunca le habían oído tararear ni la más humilde de las rondas infantiles. Ya se le pasará el capricho, es muy joven aún, se dijeron los padres y no se habló más del asunto. Pero según pasaban los años y la respuesta se mantenía incólume, comenzaron a preguntarse si no harían bien en encauzar su vocación y contrataron un profesor de canto.

Todo resultó un rotundo fracaso. Demostró un terror insospechable hacia los pentagramas musicales y no consiguió aprender nada de lo enseñado. El profesor consideró que sus deseos no se correspondían con sus aptitudes y los padres tomaron como empecinamiento y excentricidad su decisión de cantar. la música que, según ella, llevaba por dentro y no podía expresar por los medios más comunes.

Por las tardes, de manera invariable, regresaba al bosque, día tras día, año tras año. Ya, además de comprender el lenguaje del río, conocía el de los animales, sobre todo las aves. Era capaz de distinguir entre un reclamo de amor y un trino de espanto; para ella carecía de secretos el ulular del viento o el crujido de las hojas al ser sacudidas por este. Y todo aquel mundo natural iba agazapándose dentro de su pecho y escapaba de su garganta en una música extraña, única, donde el bosque y sus habitantes habían encontrado su voz.

Una tarde cualquiera, al pasar bajo los árboles, alguien la oyó y contó a los demás que el bosque estaba embrujado, como en los cuentos de hadas, pues allí se escuchaba un canto imposible de ser emitido por la garganta humana. El viejo profesor, a quien llegaron los rumores, quiso comprobarlos y oyó estupefacto, un concierto único, ya que aquella garganta purísima estaba haciendo cantar a la naturaleza con registros difícilmente alcanzable por los humanos.

Ahora fluía con dulzura, como las aguas mansas, después se agitaba como el viento al acariciar las copas de los árboles, a seguidas se elevaba en un trino de tonos increíblemente agudos, en un reclamo de amor digno de los ruiseñores. Emocionado, el profesor,sin esperar hasta el final, fue hasta ella para contemplar de cerca aquel prodigio, pero no tuvo tiempo de aproximarse lo suficiente. La cantante se escurrió como una sombra más, en lo más profundo del bosque, donde árboles, aves y río servían de público cómplice al concierto milagroso. /// Título original: "El concierto del bosque"///

NOTA: Yma Sumac, leyenda del canto lírico, murió este 1 de noviembre a los 86 años en Los Ángeles donde vivía hace más de seis décadas. Había nacido en Perú el 10 de septiembre de 1922. Según el crítico musical José Quezada: “su excepcional registro vocal poseía una enorme variedad de tonos que van desde las notas de un tenor hasta los sobreagudos más agudos de la soprano más aguda”. Según Enrique Bernales, presidente de la Asociación Lírica del Perú, "Yma Súmac tenía una voz totalmente fuera de lo común. Las notas más graves y más agudas las hacía en una sola canción. De todos los registros que se tienen conocimiento desde el siglo XX. Tenía la única voz que era capaz de ese prodigio, pero además, lo hacía sin desafinar, con notas colocadas exactamente en su registro y en su tono musical". Según otras voces autorizadas: “logró el alto registro de cinco octavas en un momento en que el promedio que alcanzaba una cantante de ópera era de dos octavas y media”.

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