viernes, 4 de enero de 2008

CRÓNICA DE LA CONQUISTA DE CANARIAS A TRAVÉS DE LAS TABLAS



José Pascual "PINI"

Escribir siempre da la posibilidad de viajar en el tiempo: hacia atrás o hacia adelante. Hacia atrás, pues siempre se parte de la experiencia vivida; y hacia adelante pues hoy escribo lo que otro leerá mañana....

Y si se trata de una crónica de viaje, es como retroceder a los tiempos de la conquista de América, cuando se viajaba en esqueléticas carabelas. Pero esta vez, será una crónica al revés; si bien la última tierra “española” que tocó Colón antes de llegar al Nuevo Mundo fue una de las Islas Canarias (todavía no conquistadas del todo), mi viaje parte de Santiago, vía Habana hasta el Jardín de las Hespérides, Islas Afortunadas, hoy Las Canarias. Estamos pues escribiendo una ACINORC ED EJAIV (tómese el trabajo de leer esta frase al revés).

Claro que no viajé en carabela, con ínfulas o pose de conquistador, sino en avión, al encuentro de una tierra que ya conocía de giras anteriores. Llevaba en las alforjas:


· Un montón de cuentos y poemas, unos propios y otros ajenos (si se puede calificar de ajenos aquello que pertenece a la humanidad) y que la experiencia de narrador oral convierte en un espectáculo titulado Farolito de luz y al que da nombre un texto del grancanario Alonso Quesada.


· Más cuentos, trucos de magia y muchas ganas de jugar con niños en un espectáculo en el que cada vez que digo “tric” ellos piden más diciendo “trac”. ¿El título? obvio: Tric- trac. Aquí los personajes y los juguetes son tapas de frascos y botellas, pedacitos de tela, papeles reciclados… todo eso que la gente tira a la basura, porque no tiene valor y que la imaginación sublima a niveles artísticos.


· Hamlet, terreno para un actor, el multipremiado y multipresentado unipersonal, que hace diez años había estrenado allí y que todavía tiene vigencia en el desastre económico y financiero en que vive el mundo.

La carta de invitación, documento primario de una larga lista de papeles y trámites engorrosos, venía del Ayuntamiento de Galdar, ciudad ya familiar para mi, y hablaba de un proyecto cultural que incluía presentaciones, conferencias, talleres de teatro; por supuesto pusimos manos a la obra… digo, a las obras. Empezaron las funciones en los colegios primarios y en los institutos de bachilleratos.

Fue el encuentro con Radio Galdar, que me abrió sus puertas para promover la historia y la cultura de Santiago de Cuba, ciudad de múltiples coincidencias con mis anfitriones: primera capital, el mismo Santo Patrón, el mismo nombre (Santiago de los Caballeros de Galdar) y con Toba y Tito hacíamos el programa Poco no es, que gracias a Internet, nos ponía en contacto con el mundo entero y contestábamos preguntas desde Colombia hasta Australia, desde Argentina hasta Chicago.

Una noche apareció Ruth, reino de Pancho y Juanfra, que era mi cuartel general: quería recibir clases de teatro y ahí mismo surgió un taller al que se incorporaron Tito, Susana y Cristina, y montamos La sed, que había estrenado ya con Calibán; Amor con amor se paga de nuestro universal Martí; y La bola de luz de Chaguito Portuondo. Nos presentamos en los barrios y en las comunidades del municipio.

Hubo una pausa y el taller se detuvo, pero no la magia. En diciembre nos fuimos por todos los barrios y las calles de Galdar para jugar, cantar y enseñar que la palabra más mágica del mundo puede ser “por favor”. En enero de 2006 nos fuimos al Hospital Infantil para que los niños internos de la Sala de Quemados y de Oncología me dieran clases de bondad y agradecimiento. Ese fue mi homenaje a Martí.

Y a otro homenaje a este cubano de ascendencia canaria, me invitó mi hermano Javier, amigo en las duras y en las maduras. Fue en la Fundación Blas Sánchez –maestro de maestros, músico y escultor, el mismo que acompañaba a Alberti en sus recitales de poesía, ese hombre joven aún en sus tantos años que tiene su casa y su corazón abierto a poetas, músicos, artistas plásticos, cuenteros, teatristas de todas las edades–, donde los tertulianos me daban sus poemas para que los leyera en voz alta y me llamaban maestro, riesgo y error porque todavía soy un aprendiz.

Marzo trae consigo el Día Internacional del Teatro, porque nací yo ese día, digo yo, y para celebrarlo estrené El discurso de Dios, con una idea “prestada” del escritor español Jardiel Poncela. Fuerte y polémica fue la presentación, pues movió público un día poco usual, jueves. Quedó bien gracias a Esther y a Juan Verona, quienes echaron el resto cada uno en lo suyo.

Tony Suárez y Claudia, los de Espacio 21, me invitan a integrarme a Yo, Mozart –una locura con músicos de la Sinfónica y del Conservatorio–. Dos funciones diarias, una detrás de la otra en una sala anexa al Auditórium, en un supuesto estudio de televisión, TELEJARTATE por nombre, donde se reunían niños y jóvenes para una transmisión a toda Europa, y lo único serio era la música del genial compositor.

Como quedaban ganas de divertirnos, vino lo de la Fiesta Canaria en el Metropole, dirigía Sigfredo. Gonzalo como peninsular recién llegado, y Pini como cubano aplatanado en Canarias, daban clases de cómo hablar y ser en las islas.

De pronto, ya no estaba entre nosotros el entrañable Carlos Paetow. En casa de Concha y Paco nos reunimos un grupo de sus amigos, y el deseo de continuar su obra de músico, folclorista, profesor e investigador, nos llevó a sentar la base de los que es hoy la Asociación Cultural Carlos Paetow, que imparte clases de español a inmigrantes, organiza talleres de cometas y juguetes con material reciclado, promueve la práctica del senderismo, ofrece clases de música, impartidas ahora por Rita, la que me llevó a retomar el Taller de Teatro y en julio que en julio presentó su carreta en las Fiestas de Santiago, cuya caseta hicimos con el taladro de Juan Eloy, quien me abrió su casa, sus libros y su pecho para compartir algo más que sol y nubes.

Con el Taller de Teatro nos lanzamos al estreno de Los mangos de Caín, que fue todo un suceso. En escena, cinco actores que en su mayoría no habían pisado nunca un escenario. Y eran 5 en escena, pero con 5 000 detrás o debajo de la puesta. Allí estaba medio pueblo y fue una fiesta de teatro.

La chispa prendió y con apremio ya estaban Pini y Fabiola montando Camino a Belén, que pusimos el 28 de Diciembre en el Teatro Guaire, y para ello llamamos la voz de Marinati, grande entre las grandes, y la pequeña Natalia, ya ganadora de premios de actuación, y a Pichichi, cantante y galán que vive en una casa moderna en el centro del pueblo, donde antes hubo un trapiche. Y un ángel que danza, cuyo nombre, este viejo cronista, haciendo gala de su edad, ha olvidado.

Pero no hay descanso: a toda carrera organizamos el Primer Encuentro de Folclor Infantil. El Guaire se llena de niños de todas las edades para rendir homenaje a Carlos Paetow y a la cultura canaria. Concha, Concepción Melián, la Presidenta, no quiere subir al escenario y hay que convencerla. Hasta el alcalde tiene que hablar y reconocer el trabajo de todos.

¿Hola? ¡Oigo!... Sí, soy Pini. Son Tony y Claudia que me llaman por teléfono para protagonizar una nueva obra: Carrasco. El recibimiento y tengo que hablar en el idioma aborigen y son octavas reales en castellano antiguo y estrenamos en el Gabinete Literario. Al final, cuatro de los asistentes, uno detrás de otro, me dan la mano y dicen lo mismo: ¡Usted es un monstruo!... ¿Tan feo me veía que todos coincidían? Es algo que a esta edad ya pone a pensar.

Quedaba poco tiempo y alguna que otra episódica intervención en la televisión me trae como sorpresa un personaje, de sólo dos minutos en cámara, en la primera telenovela canaria. Lo gracioso del caso es que los programas de “crítica rosa” se preguntaban y especulaban sobre la aparición de este nuevo personaje: ¿qué sucedería con él?, ¿qué papel jugaría en la historia? Y digo gracioso, pues esas fueron las preguntas que hice al director el día de la grabación y me dijo… que no sabía nada.

Nada que cuando se produjo la fiesta de final de rodaje o grabación, ya Pini, yo, el cronista, estaba bajo el sol ardiente de Santiago de Cuba. Me quedé con la ganas de tomarle las copas gratis a Toñín en el bar Cuasquías.

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