miércoles, 3 de noviembre de 2010

Entrevista con el actor Denis Ramos (Shidartha): “No hay nada comparable en el mundo a que las personas sean felices”



Toda mi vida tuve a Shidartha dentro de mí Adolfo Llauradó me abrió la caja de Pandora Nuestra sociedad está llegando a un punto donde debe llamarse a capítulo La fama va envileciendo… a los viles Nunca había visto tanta gente aplaudiendo con el corazón En la diversidad es donde está nuestra igualdad.


REINALDO CEDEÑO PINEDA


Conversé con Denis Ramos en el mismo sitio en que años atrás entrevisté a Adolfo Llauradó. La emoción es un ciclo que se repite.



Otra vez en casa de Iris Salmerón, tía del mítico actor cubano; en las alturas de Quintero, muy cerca de la Universidad de Oriente. Otra vez en Santiago de Cuba.

A sus 26 años, ha interpretado un personaje que no será fácilmente olvidado por la teleaudiencia cubana. Se trata de uno de los más prometedores actores de la escena nacional y más.

El diálogo, en la propia habitación, es intenso.

Hay silencios profundos, para tomar el aire
.

Es temprano, muy temprano...


La conversación tiene lugar antes de que el actor salga hacia la necrópolis de Santa Ifigenia. Hoy se cumplen nueve años del fallecimiento de Llauradó, el legendario intérprete de Lucía (Humberto Solás, 1968) y Retrato de Teresa (Pastor Vega, 1979).




“Adolfo fue como mi padre. Es una deuda que tenía con él y conmigo. Hace años que quería venir y no había tenido oportunidad”, me aclara.

―¿Realmente, cuánto le debes?

Adolfo creó un taller en los últimos cuatro años de su vida, La Terraza, donde daba clases a muchachos de la comunidad y yo fui de los primeros en asistir. Tuvimos una afinidad muy grande y me ayudó enormemente, como mismo ayudó a los demás; pero siempre uno va creando contactos verbales y lazos de amistad con algunas personas, a veces, sin darse cuenta. Además, él vivía frente a mi casa y casi todos los días nos veíamos.

Después, cuando entré en la ENA (Escuela Nacional de Arte) gracias a él (no porque me dio una palanca, sino porque me preparó), hicimos una gran amistad. Todos los libros que me hacían falta, él me los daba… y a partir de ahí, la comunicación se hizo más profunda y hablábamos de las cosas que estaba aprendiendo en la escuela. Me guió a tal punto que la mayoría de las herramientas que yo utilizo en la actuación, son gracias a él.

Adolfo me dejó una historia, me abrió la caja de Pandora… Me dejó tantas vivencias y tantas cosas bellas que de verdad son indescriptibles, cosas que nunca en la vida voy a vivir, pero que están ahí en el corazón y estarán siempre.

―¿Cuándo te diste cuenta que el riguroso camino de la actuación sería el camino a transitar?

Cuando era niño me gustaba la historia esa de la actuación, lo que no sabía como era. A los diez años, por cosas del destino, terminé en el taller de Humberto Rodríguez en la Casa de la Cultura de Plaza y debuté con un pequeño personaje en Yerma, de Federico García Lorca. A partir de ahí, no hice más nada de teatro, aunque sabía que me gustaba. A partir de los trece años, cuando conocí a Adolfo ahí fue que me dije… yo voy a ser actor

El Ahmed de Historia de fuego y el Shidartha de Aquí estamos tienen algunos puntos de contacto, uno de ellos la droga… ¿Cómo construir la actitud y el pensamiento de una persona enganchada con esa flagelo de la drogadicción?

Las coincidencias son pura casualidad, no porque me hayan encasillado. El físico es algo en que los directores se fijan mucho. Esto ha hecho, por ejemplo, que hiciera después el personaje del Cabo Interino que no tiene nada que ver con Ahmed ni con Shidartha.

La gente ve una similitud entre esos personajes, porque los dos consumieron droga y eran rebeldes; pero hay una diferencia muy grande. Ahmed era un adolescente con una rebeldía propia de la adolescencia, que empezaba a probar la droga, mientras Shidartha es todo lo contrario: piensa de una forma determinada y era muy difícil que alguien le pudiera cambiar su manera de ver la vida… y además se enganchó.

Con el personaje de Ahmed había estudiado bastante sobre la gente que consume droga. Claro, con Shidartha era más profundo el estudio porque ahora se trataba de un enfermo que ya tenía el vicio, que no se daba cuenta que la enfermedad progresaba constantemente… pero toda mi vida tuve a Shidartha dentro de mí.

―¿Cuáles son los lazos que unen al personaje de la ficción y al actor de carne, hueso y sentimientos que ahora mismo está frente a mí... si es que los hay, naturalmente?

Uno se conoce a sí mismo, pero cuando estás haciendo un personaje, cuando eres actor te das cuenta que hay aspectos de ti que no conocías… y así me pasó con el personaje. Lo que pensaba el personaje es lo que pienso yo, es mi filosofía de vida, aunque no consumo drogas pues no tengo nada que ver con eso.

Y es que uno tiene derecho a hacer las cosas que uno piensa y las cosas que cree que lo puedan hacer felices, sin tener miedo a nada, enfrentándose a todo. Lo único que hay que hacer es tomar decisiones.

La novela fue un trabajo especial… porque aprendí muchas cosas que no sabía: a montar patines, a tocar guitarra, aprendí sobre la danza moderna, di incluso clases de canto…

Todos los jóvenes que trabajamos en la novela Aquí estamos, tuvimos una preparación muy fuerte y eso nos ayudó a compenetrarnos bien y a hacer de esta obra una especie de enigma y de misterio en la relación de todos nosotros… a tal punto que la gente hubiera apostado perfectamente a que todos los personajes de la novela tuvimos una relación amorosa. Eso me ha pasado en la calle.

―¿Los diálogos los decía el personaje… o también, de alguna manera, los decía Denis o hubiera querido decirlo?

Ojalá hubiese sido así.

Hugo [Reyes] y Alfredo [Felipe Pérez] son dos guionistas que cuando se unen escriben un texto especial para que el actor se sienta cómodo diciéndolo; pero tienes que decirlo exactamente como ellos quieren y no puedes violar ni una coma ni una conjunción; incluso la intención ya está en el propio texto. Eso es un poco difícil. Claro, uno es quien hace el personaje… y entonces, a partir de allí, le pone alma, corazón y cuerpo. Uno es quien construye el personaje, las palabras que dice el personaje tú te apropias de ellas y… es a ti quien se te están ocurriendo.




(Denis Ramos corporiza a Shidhartha en la polémica telenovela Aquí estamos
de la TV cubana, bajo la dirección de Rafel Cheíto González y Hugo Reyes. Imagen tomada de la pantalla)



He dicho muchas cosas que tenía deseos de decir, así, todas juntas; deseos de comunicarme con el espectador, y que la gente sienta esa filosofía y esa forma de pensar.

Estoy completamente seguro (porque me ha pasado y porque lo he vivido), que digo cosas muy parecidas a esas que decía el personaje. Lo que pasa es que lo que se dice en la novela parte de un guión hecho para la televisión y tiene que ser mucho más directo.

―Como actor y como cubano, ¿hasta dónde crees que la novela tiene puntos de contacto con nuestra realidad, con un complejo, rebelde y a veces, "ïnvisible" sector de nuestra realidad?

A mí desde el principio me encantó el guión de la novela, los diálogos, como se defendieron una serie de valores que se han perdido. Creo que nuestra sociedad está llegando a un punto donde debe llamarse a capítulo. No sólo son importantes la pacotilla y el dinero, hay otras mil cosas que no existen si no hay espíritu.

La novela lleva el mensaje perfectamente bien, porque en Cuba sí hay mujeres a las que le gustan otras mujeres, sí hay hombres a los que le gustan le gustan otros hombres, sí hay muchachos que consumen droga, sí hay mujeres que están con extranjeros por dinero, sí hay delincuentes que quieren reivindicarse… hay de todo, como lo hay en todas las sociedades.

Hay novelas que no son el reflejo de ninguna sociedad, que son un invento; pero esta se empecinó, luchó, habló, dijo y actuó como se está actuando, como se está diciendo, como se está viviendo hoy. El mensaje se dio, el lo quiso ver, lo vio y el que no, como dice el profesor Calviño (1) : "no hay peor ciego... que el que no quier oír" .

Como espectador disfruté muchísimo la novela. Uno no puede separarse de lo que ha hecho por mucho que uno quiera. No es que sea paternalista, de hecho hay muchas cosas de las escenas que ahora cambiaría, pero entonces no serían ciertas... y si salió, creo que fue por algo.

―Después de la novela, vives en la cresta de la popularidad… ¿qué es lo más hermoso que te ha pasado?




Lo más hermoso… me ha pasado cuando llegué a Santiago, a la Vocacional Antonio Maceo. Creo que estaban casi todos los estudiantes, había llovido y estaban en un pasillo esperándome porque le habían dicho que iba a dar un conversatorio…

Cuando llegué… ¡la ovación de esos muchachos!… He tenido aplausos otras veces, he visto gente deseosa de verme, hay cosas preciosas que he recibido del público como "gracias por existir"… pero nada tan grande como ver la cara de esos muchachos. Nunca había visto tanta gente aplaudiendo con el corazón.

Llegar aquí a Santiago ha sido tremendo…. Yo creo que es obra del espíritu de Adolfo. Él dijo que iba estar cerca de todos nosotros para darnos felicidad y darnos ánimos. Él decía que Santiago era su país... y ahora comprendo por qué.

―La popularidad irrumpe con tanta fuerza que estremece la vida privada… ¿hasta dónde estas dispuesto a sacrificarla?




Yo decidí ser actor. Es verdad que se cae en la historia de sentirse molesto, porque uno quiere vivir su vida. A veces uno tiene deseos de comunicarse con una persona que no conoce, y no te le acercas porque eres una imagen pública y lo que puedan pensar. Yo si me acerco, yo si vivo la vida vivo la vida como quiero vivirla.

Creo que no tengo nada que temer ni nada que esconder. Y por eso me gusta que la gente se identifique con las cosas que yo hago, que la gente quiera lo que yo hago, me gusta lo que me está pasando. Llega un momento en que uno quiere encerrarse y no salir más, cada persona que se acerca a mi piensa que es la única que se me ha acercado, pero no me importa…. todo va fluyendo de una forma increíble.

―¿Tantos aplausos, acaso no van rozando la vanidad?

Hay una canción de Pablo Milanés que dice “la fama va envileciendo”… pero... va envileciendo a los viles. Yo soy el pueblo, no soy otra cosa, y seguiré siendo el pueblo, con mis diferencias, claro, porque todos somos diferentes.

En la diversidad es donde está nuestra igualdad. Somos diversos, pero en esencia somos lo mismo.

Ni la popularidad ni la fama me van a hacer cambiar mi forma de pensar. Siempre, siempre quedan esos momentos donde un niño llega y te da un beso, o una muchacha dice… que se muere por ti… donde una persona mayor que sabes que le queda poco tiempo de vida te dice que lo que hiciste es de las cosa más importantes que ha visto en la vida.

Y no hay nada, no hay nada de verdad comparable en el mundo a que las personas sean felices.

― ¿Y ahora?

Ahora preparo una obra con Carlos Díaz, Tango, de un autor polaco del año 1963, pero que parece escrita por un cubano hace tres días. Una familia que está en decadencia total, y de pronto, el más joven quiere implantar los valores; pero lo hace de una forma cruel, con abuso de poder… No sé si podrán verlo en Santiago, pero estoy haciendo todo lo posible porque se haga en el teatro Heredia.




(Adolfo Llauradó, el maestro)



―Si tuvieras que escoger un instante de tu vida, congelarlo al modo de una fotografía y ponerla frente a ti para siempre...¿cuál sería?...

Una clase de actuación con Adolfo

Hicimos un ejercicio que parece que para él fue bueno. Cuando terminó todos quedamos en silencio. Siempre nos quedábamos parados para que todo el mundo dijera lo que le pensaba del ejercicio. Nadie hablaba… Adolfo me miró y me dijo… "tú vas a ser un gran actor" . Esa fue la primera vez que escuché eso en mi vida... Fue un momento que quisiera que se repitiera siempre.

―Algo más que decir…

No creo que algo de mí sea importante como para que la gente lo sepa… ya me irán conociendo... ya sabrán quien es Denis Ramos.


NOTA:

(1) Manuel Calviño es un destacado profesor y sicólogo que conduce y escribe el programa de orientación Vale la pena (Canal Cubavisión, TV cubana)



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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Laleí, pero además ¡LA DISFRUTÉ! Me pareció de una sensibilidad increíble, exponente del oficio de quien la condujo y del sentido humano y ético de un joven actor para con un MAESTRO: Llauradó.



Gracias



Olga Rosa

Anónimo dijo...

Excelente, excelente de verdad

Gracias Cedeño

Un lector agradecido

Anónimo dijo...

No imaginé que este actor fuese tan profundo. LO vi en mi corta estancia aquí y me impresionó mucho. Gracias Reinaldo por acercarnos a este telento en ciernes. seguiré tu blog a menudo.

Saludos desde España
Gabino