Reinaldo Cedeño Pineda
Después de casi veinte años de ejercicio, lo confieso… sé muy poco sobre periodismo. Sólo que es un dulce dolor. Sólo que hacer periodismo es como hacer el amor. A veces, un orgasmo; otras un desastre... pero en todo caso, siempre habrá una próxima vez.
En mis años universitarios siempre escuché con humildad y disciplina; pero allá dentro se movía también el diablillo de la irreverencia. Mientras unos se aferraban a los límites entre periodismo y literatura, yo escribía.
¿Cómo se escribe con imágenes? ¿Cómo se pinta con palabras? ¿Qué es un titular iluminado? ¿Objetividad o fabulación? ¿Cómo leer a Martí en el siglo XXI? ¿Cronicar, qué?
El puente son las palabras, como besos, o saetas; pero no hay Dios que las pueda arrancar.
Tengo algunas preguntas respondidas, pero tantas por responder que me asusto. Tal vez es hora de buscar juntos las respuestas, de intentarlo.
Alguien dijo que una imagen vale más que mil palabras; pero no pudo transmitir mensaje tan subversivo, sin sustantivos, verbos y pronombres. No pudo prescindir de las palabras.
Son tan importantes, que una sola puede salvar la vida.
-¡Cuidado!... esa única palabra, es , muchas veces, el límite entre la vida y la muerte.
Ninguna imagen puede lograrlo.
Hablar a estas alturas de la inmediatez de los medios audiovisuales o de la Internet, es una verdad de Perogrullo.
Así, los diarios, han debido aceptar su trabajo sobre niveles menos inmediatos de información y han dado paso a columnas o columnistas, o a los grandes reportajes. A ello se suman las revistas, con la posibilidad y por supuesto, el reto de tratar los temas a fondo.
De todo cabe en la viña del señor.
Tras estos imprescindibles apuntes, permítasenos detenernos en estos fragmentos:
“[…] se levantaba del sillón como si le quemase: se apretaba las sienes con las dos manos, andaba a grandes pasos por la celda y parecía como si tuviese un gran dolor […] se le encendían los ojos, y se volvía a sentar, de codos en la mesa, con la cara llena de lágrimas”.[1]
“Fisher se balancea, retiembla, quiere zafar del nudo el cuello entero […] Engel se mece en su sayón flotante, le sube y baja el pecho como la marejada […] Spies en danza espantable, cuelga girando como un saco de muecas […] se da en la frente con las rodillas, sube una pierna, extiende las dos, tamborinea; y al fin expira rota la nuca hacia delante, saludando con la cabeza a los espectadores” [2]
En efecto se trata del José Martí decimonónico. Ningún mejor ejemplo para empezar.
Los fragmentos anteriores nos dejan suspendidos en el aire: hemos podido ver los hechos y los personajes, como si pasara delante de nosotros una verdadera película.
Martí es común referencia para la historia del periodismo cubano; pero, ojo, no es posible copiarle después de una centuria. Ni hará falta.
Propongo, pues una mirada analítica a un fragmento de su prosa periodística, con el objetivo de apropiarnos de ciertas claves para el ejercicio de la profesión que son permanentes, que han resistido el embate del tiempo con holgura.
Tal vez son algunas de sus claves de eternidad.
Martí es un verdadero pintor con palabras.
Aunque, por supuesto, no ha conocido al padre Bartolomé de Las Casas, redimensiona su figura, la recompone a trazos, sabe darle una segunda oportunidad.
Ese instante de angustia, ese sufrimiento supremo, ese querer y no poder cuando escribía la Destrucción de Las Indias; Martí no lo dice simplemente, sino que lo muestra.
No comete el error de escribir: “El Padre Bartolomé de Las Casas está angustiado”; sino que nos llama para verlo, nos hace verlo.
No da cabida a otro error, la enumeración de hechos más o menos conocidos, al estilo de un informe; muy al contrario, selecciona aquellos trazos de mayor relevancia. Y en su laboreo en las letras, les saca brillo.
En consecuencia, hoy, no hacemos nada escribiendo: "hacía un calor infernal", "Cuarenta grados a la sombra"… cuando resulta más efectivo, cuando tiene mayor rendimiento comunicativo, describir como la gente se quitaba la camisa, o corría hacia las fuentes…
Y más vale hacerlo en unos trazos, sin inflar.
Narrar suele ser más efectivo que relatar.
Martí nos entrega el final de los mártires de Chicago en Un drama terrible; pero no escribe sencillamente que "los asesinaron en la horca", o que "es un final trágico, injusto o espantoso", aunque efectivamente lo sea. Prefiere sentarnos en la silla para que seamos partícipes del drama, y los ojos nos duelan de horror.
Esa y no otra cosa es la “memoria inconsolable” de la que hablaba Marguerite Duras. Escribir de hechos pretéritos, cual si se participara en ellos, sufriendo lo que no se puede cambiar, con el latir de esa misma sangre, sin conformismos.
Hemos de hallar la trascendencia. ¿Qué aportaba Las Casas a su época, sino el retrato de un hombre justo que no se rindió nunca?
¿Cómo dialoga hoy con nosotros, un hecho o un personaje del pasado, sobre los que, de mutus propio o por encargo, debemos hacer crónicas, entrevistas, investigaciones?
Martí nos entrega un discernimiento radical, en su mirada a las esencias, no a las apariencias; al partido ético antes que a cualquier otro; a la obra más que a la cuna, a las grandezas por encima de las flaquezas.
Avancemos en el tiempo para detenernos en esta crónica del maestro Víctor Joaquín Ortega: Canto por el último lugar
“La veo correr. El dolor me invade. Llega última en la serie semifinal […] No la esperaba victoria, más nunca pensé verla caer, casi desfallecida, pálida: mordido el labio inferior, los ojos en otro sitio […] en su gloria, aún más lejos”.[3]
El autor se refiere a una corredora polaca, Irene Szewinska, recordista mundial de los cuatrocientos metros planos (antes de Marita Koch) y plurimedallista olímpica, durante su participación en Moscú 80.
¿Qué puente unen al artículo martiano y esta crónica deportiva? La capacidad de pintar con palabras, repito.
Escribir con imágenes, en mi opinión, resulta un imperativo para la prensa contemporánea, no sólo impelida por los medios audiovisuales, sino por el alto valor comunicativo de esa forma sobre otras más tradicionales.
Las descripciones cinematográficas dotan al relato de luz, dinamismo, sentido y unidad.
El uso del suspenso, los verbos de movimiento y los diferentes tropos de la lengua, no son materia privativa de la literatura ficcional. Son signos de la lengua, tan lícitos o inconvenientes, según el uso y la función para los que se les designe.
El terror a la metáfora, tomada esta como punta de lanza, se basa en la suposición de que esta oscurece o adorna innecesariamente el relato periodístico. Lejos de eso, los tropos bien plantados por así decirlo, iluminan. No adornan, profundizan. No redundan, redondean.
Es más, en ocasiones, son imprescindibles. Cuando se trata una materia poco conocida, hay que buscar asociaciones y allí el símil presta una ayuda incalculable.
Una pregunta retórica, por ejemplo, es un llamado a la reflexión. El epifonema, máxima que resume toda la tesis de un trabajo, se presenta como un toque diamantino en los finales. La hipérbole suele ser muy útil para matizar situaciones difíciles, dar un toque irónico, imitar lenguajes….
Eso sí, no hay que salir a buscarlas, ellas nos encuentran a nosotros. La guía es una: la necesidad expresiva. Y su utilización se halla en relación directa con la intencionalidad del mensaje.
El hecho estético que representa la selección de un determinado repertorio lingüístico, acompaña al hecho comunicativo y ha de estar en función de él, como la hoja de un cuchillo en su envoltura.
En cambio, su desbordamiento, lo arrasa todo.
El periodismo literario exige una indisoluble unión ideo-estilística.
La verdad que se tiene, transmítase de la manera más sólida, comprometida, inquietante y hermosa que sea posible.
Ahí está Martí de nuevo, enseñándonos aún desde su texto centenario:
“Arrancan de la tierra, rodeados de palacios, sus cuatro pies de hierro, se juntan en arco, y van ya casi unidos hasta el segundo estrado de la torre, alto como la pirámide de Cheops: de allí fina como un encaje, valiente como un héroe, delgada como una flecha, sube más arriba […] En lo alto de la cúpula, ha hecho su nido una golondrina”[4]
Casi no hay que decirlo, el ejemplo se explica por sí solo. Esa golondrina es como la gema de la corona, valga el símil empleado.
Por supuesto Martí antecedió a Tom Wolfe y su Nuevo Periodismo que se prodigaba en escenas y diálogos, que hacía preguntas provocadoras, que ubicaba a gente anónima como protagonista. Y a Martí, aún lo antecedía Daniel Defoe y su Diario del Año de la Peste.
Y si seguimos buscando, hallaremos que en materia pionera, siempre hay pistas.
La doctora Yamile Haber Guerra ha señalado:
“Dicen sus detractores que el periodismo literario resta objetividad a esta profesión. Mas todo lo contrario: aporta nuevas formas de objetividad. No es precisamente hacer un periodismo lírico: te sientas y la imaginación lo hace todo por ti; se trata de construir una base material informativa que permita formas superiores de montaje y proyectos de narración del hecho noticioso.”[5]
En mi experiencia como periodista, he visto de todo y permítaseme hacer algunas referencias, no por modélicas; tal vez por cercanas. Allí, en la práctica pude comprobar un axioma martiano que me repetían en mis tiempos universitarios:
“Que un periódico sea literario no depende de que se vierta en él mucha literatura sino que se escriba literariamente todo.”
Y no estamos hablando de la crónica. El periodismo literario no es sinónimo de crónica, de ninguna forma específica. Se trata de un concepto, de la asunción de una forma general, de una manera sostenida y argumentada de “producir” el texto periodístico que privilegia su espiritualidad y una comunicación más íntima, menos impersonal.
El periodismo literario es un antídoto contra la caducidad de los mensajes.
El periodismo literario es una voluntad de estilo.
La crónica, como relato emocional de un hecho, suele cargar sobre sí “toda la materia literaria” que se les escamotea a otras formas. La práctica cotidiana ha dejado atrás aquellas definiciones en las que se le endilga “el aprovechamiento de las técnicas de la literatura”
No es necesario que se trate de la entrevista a un escritor o la crónica de una medalla olímpica, para encontrar palabras que “novelicen” el hecho. ¿Puede escribirse literariamente sobre la recolección de café? Sí. ¿En una información? Sí. ¿Puede narrarse un descubrimiento científico utilizando el estilo del periodismo literario? Sí.
El periodismo literario exige un redactor eficiente que se mueve entre los diálogos y los párrafos con soltura, más que entre los quiénes y los cuándos, apuntalados técnicamente, en ocasiones, como una pedrada.
El periodismo literario exige atención. Mucha atención, para escuchar hasta lo que no se dijo, el "callado estruendo" que apuntara Lezama Lima. Un periodista que anote y compare. Un periodista capaz de recrear, de fabular. La imaginación es la sal de este banquete…
Txema Ramírez de la Piscina, especialista vasco en comunicación apunta de otra forma:
El periodista que se muestre ávido por desarrollar el periodismo literario, tiene que saber en primer lugar que sus trabajos deben ser profundos; los artículos deben ser más extensos y meticulosos que los habituales; tiene que hurgar en el pasado de los personajes y estudiar el background de los acontecimientos, ya que sólo así podrá redactar un buen artículo. [6]
A tenor de todo esto, recuerdo mi encuentro con la escritora Dulce María Loynaz, en aquella casona perdida de El Vedado. Lo recuerdo abrir la puerta herrumbrosa, caminar despacio hasta la cancela, mientras sonaban bajo mis pies las agujas de pino.
Lo recuerdo mirando atónito la estatua descabezada encadenada a la baranda, entrar por fin para que un espejo le copiara, enorme espejo coronado por un águila. Y como se le desdibujaron las lacas y los abanicos, la mesa de mármol verde, verdísimo, con la imagen del Rey… cuando la mítica nonagenaria en su sillón secular lo recibió.
Como un lirio a punto de quebrarse; pero con mente de ceiba, escribí más tarde.
Entrevistar no es un toma y daca de preguntas y respuestas. Es saber escuchar, para que no se nos vaya en la premura de la próxima pregunta prefabricada, la provocación o el germen de la próxima interrogante que en ese justo momento está hablando.
Entrevistar es beber de un sorbo el espíritu de una vida. Eso exige una recia preparación, insustituible. El periodista en ese intercambio íntimo, ha de estar a la altura del entrevistado. Y ha de saltar como un recordista, todos los listones.
Por eso existen varias versiones de la misma entrevista.[7] En cada una, aparece un detalle distintivo. La radio capta las inflexiones de la voz y la televisión los gestos; pero yo sólo contaba con una agenda. Con ella y con imaginación, hube de arreglármelas; hemos de arreglárnosla… claro si no es que acudimos a todas las posibilidades multimedias e integradoras de hoy.
Dulce, como era de esperar, me dio unas respuestas inolvidables que valían oro; pero el ambiente también era protagonista.
A la hora de redactarla, entendí que los juicios del periodista eran suficientemente valederos para ajustar hechos y apuntar detalles que me había entregado. Y más que preguntas y respuestas, aquello resultó un intercambio.
El simbolismo de sus gestos y sus pausas se integró de un modo natural. ¿Cómo dejarlos fuera, y aquella casona del Vedado, aquel sillón secular, aquellas manos pálidas que parecían acusar el tiempo?
No se podía prescindir, sin perder lo mejor del intercambio.
La entrevista exige agudeza y lecturas anteriores.
¿Cuántas veces no nos hemos quedado a la zaga?
¿Cuántas veces se ha desaprovechado un testimoniante excepcional?
¿Y, cuántas, lo más terrible, visto nuestro desconocimiento, el entrevistado, en el mejor de los casos, nos mira compasivamente, se burla en su interior y nos entrega respuestas anémicas, corteses, casi inservibles... que tal vez comente con hilaridad en su próxima tertulia?
El experimentado Luis Sexto, escribió:
[…] El periodismo, no obstante todos sus vínculos con la realidad noticiosahalla su dimensión más duradera e influyente cuando se aproxima a lo literario-estético mediante el trabajo del estilo y las técnicas narrativas. Norman Mailer, a quien se le atribuye, entre otros, un reverdecer del periodismo literario, dijo que era posible contar la historia como novela y la novela como historia. Por ello, tal vez los reportajes de John Reed puedan ser leídos aún con una pasmosa actualidad. También los de Pablo de la Torriente Brau. Trascendieron el círculo inmediato de lo perecedero, para insertarse en la órbita de lo permanente, al expresar sus enunciados sobre el discurrir cotidiano en un movimiento narrativo pleno de vitalidad [8]
La fabulación periodística, no falsea los elementos medulares del relato. No puede hacerlo. Se presenta, eso sí como elemento ideal en la creación de atmósferas y el sostenimiento de clímax.
La objetividad periodística es una fórmula, no un a realidad. Es una construcción intelectual muy relativa, basada en el supuesto de que la realidad puede ser atrapada, que los profesionales pueden someterla si se apegan a determinados mecanismos; pero….
En realidad, “la realidad” es inatrapable. No hay posibilidad de reflejarla tal cual, tal vez sólo de refractarla, o en el mejor de los casos de recrearla. Ni siquiera una cámara fotográfica o cinematográfica puede ser fiel. ¿Quién no sabe que en ese caso, se toma sólo una parte de la realidad seleccionada, qué la selección implica ya dejar otra parte fuera?
Desde la fuente, la interpretación de los datos obtenidos y el repertorio lingüístico escogido, hasta la relectura del trabajo por el destinatario, si tenemos en cuenta que toda lectura es una reescritura… se activan múltiples subjetividades, mediadas por intereses, culturas, factores sicológicos, sicosociales y un largo etcétera, que es definitivo en una labor artística por naturaleza.
¿Acaso vio Martí la golondrina en la cúpula de la torre Eiffel? ¿Realmente se mordió el labio Irene en su fracaso en la Olimpiada de Moscú 80?
¿Le ha quitado objetividad al relato, o lo ha enriquecido?
Mientras usted se responde esas interrogantes, quiero dedicar unos minutos a los titulares. Uno, porque no son, no pueden verse como elementos externos a la labor periodística. Y son tan definitorios como el trabajo mismo. Para algunos incluso, son más importantes que el texto que le sucede.
Reconozco que los titulares me persiguen desde que llegué al periodismo, y que lo he estudiado tan asiduamente que se convirtió en mi tesis de Maestría de la Comunicación.
He seguido extendiendo mi estudio inicial de la prensa local, a un examen de la prensa hispana digital, en España, Latinoamérica, los medios hispanos de Estados Unidos e incluso Guinea Ecuatorial. Y no quiero desaprovechar la oportunidad para entregarles un botón de muestra.
En mundo de hoy, en la red digital interconectada, los titulares se han vuelto definitivos. Y su elaboración es también una cuestión de estilo, de elección. Es otra zona en la que se mueve el periodismo literario.
Si se entiende el titular, no sólo como el simple encabezamiento, sino además como la tarjeta de presentación, la vitrina, la sustancia y el latido de la información, ya estaremos justipreciando su valía
¿Cómo minimizar su importancia? ¿Cómo darnos el lujo de desaprovechar su destaque gráfico en el espacio, elemento privativo de la prensa escrita, tan diferente de los titulares “orales” de la radio o la televisión?
El titular es portador de un alto rendimiento comunicativo. Es capaz de lograr el impacto o “una focalización selectiva de la atención”.[9] Y eso, no es poco.
Los títulos “literarios” o iluminados
Algunos se han empeñado en llamarles “titulares literarios” y otros “titulares llamativos” a un tipo especial de titulación; pero a mi modo de ver, yerran ambos grupos. Porque todos los titulares deben tener como principio ser llamativos, porque el título de un artículo, sea cuales fueren, ha de estar a la misma altura de una novela o un filme. Por eso, hemos escogido la nomenclatura de titular iluminado.
Pueden formularse de manera nominal o utilizar verbos; pero lo importante es que buscan su rendimiento, su funcionalidad comunicativa mediante el diseño de una frase ingeniosa que asalta y sacude, que toma por sorpresa al lector. Su poder de sugerencia, provoca la lectura. Sus metáforas engrandecen el hecho, sin suplantarle.
La formulación iluminada puede usarse en cualquier contexto y suele realzar acontecimientos que, expresados de manera rutinaria, podrían pasar por alto. Son titulares “más pensados”, pero no “forzados”.
Los titulares iluminados constituyen una verdadera invocación del periodista al lector, un detenido laboreo de mesa.
- Londres se derrite
(BBC Mundo.com, Martes, 18 de julio de 2006 )
- Francia está ciega (El Mercurio, Santiago de Chile, 14 de junio de 2006)
- El día que a D10S le cortaron las piernas (La Opinión, Los Ángeles)
En los ejemplos citados está claro que en Londres hace mucho calor –en realidad se trata de temperaturas entre 32 y 37 grados Celsius–. La formulación escogida por BBC Mundo, descartó títulos al estilo de “Ola de calor en Londres” o “Londres, 32 grados”, porque tales temperaturas se quedarían en el ámbito local o en el norte europeo; pero alejaría al potencial lector de países tropicales y ecuatoriales, donde tales grados son habituales.
Sobre todo, la imagen Londres se derrite es una verdadera pintura con palabras –puede verse “como se tuercen bajo el sol”, el Big Ben y el Palacio de Buckingham-. Es una opción que revela voluntad de estilo en el medio, una opción ya asimilada como costumbre, tal como corresponde a toda publicación web.
El caso de la ceguera de Francia tiene un impacto evidente. Aunque alude al discreto desempeño de Francia en el debut del mundial de Fútbol, al solitario gol; decanta un título como “Pobre debut de la escuadra francesa” y acude a una metáfora rotunda: Francia está ciega.
Es un título breve, iluminado, que "ha cerrado los ojos de la Torre Eiffel y el Palacio de Versalles", que alude a la sequedad y la torpeza, de manera iluminada.
El tercer ejemplo demuestra una cuidadosa construcción, porque hay en ella varios elementos. Alude al día en que a Diego Armando Maradona lo encontraron dopado por cocaína en el Mundial de Fútbol de los Estados Unidos.
Es un artículo que hace la evocación, por tanto encuentra la dimensión y la trascendencia, para convertir en actual un tema ya pasado. ¿No es, acaso, la esencial fórmula martiana sobre El Padre Las Casas?
Por otro lado, acude a una combinación para formar la palabra DIOS que en realidad escribe D10S. Es la D de Diego, y el 10 de su número de camiseta. Todo eso, por si fuese poco de la visualidad que es capaz de evocar: Un dios sin piernas….
Otros ejemplos:
- La tristeza no tiene fin //
(LaNacion.com, julio 2006)
- BALCANES:
SERBIA Y MONTENEGRO, DIVORCIO DE TERCIOPELO (Terraviva América Latina, 9/6/2006)
- El ALCA, entre la tumba y el maquillaje (IPS, fechado en México, noviembre, 2005)
- Las selvas de París en Londres…. // Las selvas más hermosas nacen de la imaginación y no de la naturaleza. Ése es el mensaje que se desprende de la gran exposición del pintor francés Henri Rousseau, "El Aduanero", en la galería Tate Modern de Londres (BBC mundo.com, Jueves, 10 de noviembre de 2005 - 20:15 GMT)
.El santo no hizo el milagro.... Así podría resumirse la visita que hizo a Washington la semana pasada el presidente Álvaro Uribe…. (Cambio.com.co, Colombia, 7 de mayo de 2007).
Las vivencias del periodismo literario
Una de las experiencias más conmovedoras que he tenido en el periodismo ha sido mi encuentro con el pintor holguinero Marcos Pavón, ya fallecido.
Sin dejarse vencer por la poliomielitis, este señor se convirtió en un increíble artista, pintando con la boca, y en su propia casa ante mi incredulidad, me hizo una demostración.
La entrevista mereció el Primer Premio en prensa Escrita, convocado por la Asociación Cubana de Limitados Físicos Motores (ACLIFIM) en el 2002. Bajo el título: Siempre pongo por delante la esperanza[10], fue publicada en el diario Juventud Rebelde.
Alguien me había dicho, como un señalamiento que aquello no comenzaba como una entrevista… ¡Qué lástima, parece un cuento!.... como si la escena con que comenzaba el trabajo no fuese ya una forma clásica del nuevo periodismo o periodismo literario. Usted dirá…
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Por Reinaldo Cedeño Pineda
—A ti sólo te voy a enseñar a leer, porque tú no puedes escribir, Marcos... mi Marcos.
Un mar batía olas dentro. La madre dejó sus ojos más allá de las lomas, más allá...
-Yo si puedo, mamá… póngame el lápiz en la boca.
Y Ramona Estrada copió las cinco vocales en aquel cuaderno. El niño se inclinó, apretó con labios y dientes, y escribió debajo. Despacio, lento el trazo y aparecieron: a, e, i...
La escuela quedaba lejos, más allá del brazo extendido, detrás de la montaña, y los hijos eran ¡ocho! Ramona decidió entonces que ella misma sería su maestra, de los propios y los ajenos, en aquel paraje entre Perronales y Aguas Claras, actual territorio holguinero.
La reina era la naturaleza, el caballo su mensajero; su espejo, el río.
Pero no sólo era la letra, no…. "Mi mamá, dibujaba muy bonito. Ella hacía florecitas, casitas, todo 'naïf', y las ponía en las paredes, en la mesa, y yo le prestaba muchísima atención. Encárgueme lápices de colores, mamá y una libreta blanca... que voy a pintar."
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Ni siquiera él mismo recuerda lo primero que hizo en aquella libreta. ¿Fue tal el diálogo palabra por palabra?
El periodista respetó estrictamente la médula, pero fabuló alrededor de un hecho profundamente humano.
De qué otra forma hacer ver al lector el estoicismo, la voluntd y las lágrimas?
No existe el periodismo sostenido en el aire ni el relato vacío.. Al menos, no debería existir.
El periodismo sin hechos concretos, sin profundidad, sin investigación, ese no es nada.; mas las palabras son como un río inatrapable. Dominar su cauce, hallarle sus meandros, admirarle sus cascadas… he ahí el reto.
Como en mis años universitarios, sigo escuchando con humildad, pero igual, dejo que otros le anden buscando los límites o las junturas al Periodismo y la Literatura...
Mientras, sigo escribiendo, sigo haciendo el amor con las palabras. Intentándolo.
NOTAS
Fragmentos de una conferencia dictada en la Universidad de Oriente, Santiago de Cuba, 28 de noviembre de 2007
[1] José Martí: “El Padre las Casas”, en La Edad de Oro, Obras escogidas en tres tomos, T II, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1992 p.327.
[2] José Martí: “Un drama terrible”, en Obras escogidas en tres tomos, T II, Editorial de Ciencias sociales, La Habana, 1992 p.205. Aparecida originalmente en El Partido Liberal, de México, 27,29 y 30 de diciembre de 1887; y La Nación de Buenos Aires, 1ro de enero de 1888.
[3] Víctor Joaquín Ortega: “Canto por el último lugar “ en Desde Atenas, las Olimpiadas, Editora Abril, La Habana, 1988, p. 154.
[4] Jose Martí: “La Exposición de París”, en La Edad de Oro, Obras escogidas en tres tomos, T II, Editorial de Ciencias sociales, La Habana, 1992 p.317-318.
[5] Yamile Haber Guerra: “Periodismo y literatura”, en revista Ámbito, Holguín, N. 109, edición especial, 1997, p.4.
[6] Txema Ramírez de la Piscina: “El periodismo literario en Euskal Herra”, en www.euskonews.com/0195zbk/gaia19502es.html
[7] Sobre le particular existen versiones publicadas en la Revista del Caribe (Santiago de Cuba), Ruptures, revista canadiense cuatrilingüe; Ahora, revista cubana de Holguín. Y el volumen “Cartas a Saturno”, Ediciones Santiago, Santiago de Cuba, 2005.
[8] Luis Sexto “Un bizancio contemporáneo”, en La Tecla, Ciego de Ávila, www.latecla.cu/literario.htm
[9] Daniel Goleman: Inteligencia emocional, Editorial Cairos, Madrid; 46.edición, 1996, p.76.
[10] Reinaldo Cedeño: “Siempre pongo la esperanza por delante”, Juventud Rebelde, La Habana 22/8/02, p.4