donde se eternizan los recuerdos,
donde no me encuentres, donde estuve,
donde se olvidaron de quererte.
Citó Vicente, con voz desagarrada, tras el abrazo de los desolados;
--lo dejó escrito todo, como para hoy--, musitó, y siguió con el texto:
Búscame donde la ilusión tuvo hijos,
sobrevolando un sueño que acuna el tiempo,
en la más melancólica melodía,
incinerando infiernos para tu vida.
Ya habrá tiempo de creer que se ha ido Santiago Feliú, todavía --y a
pesar de enfrentarlo ahí, detenido--, solo lloramos como flotando en la
incredulidad, ante una cruda noticia regada como pólvora desde la
madrugada de este 12 de febrero. Llueven nuevamente sobre mí los
versos de Miguel Hernández:
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado,
y siento más tu muerte que mi vida...
Y me encuentro otra vez al hermano Abela, tras los mismos versos, en
el mismo rincón, de cuando Bonachea; el mismo "no puede ser"; y es
cierto que son seres que han dejado mucho, pero ¿cuánto tenían por
darnos todavía? ¿Cuántas almas no han bebido sus lienzos y sus cantos,
y acaso mueren en vida sin saber nada de ella?
Aunque la vida pase dura ahora por las venas,
y en el vacío del camino se nos vuelva piedra,
está tu flor bebiendo de mi vida y de mis manos,
está mi flor bebiendo de tu vida y de tus manos.
Porque cuando la edad nos llora y nos sentimos solos,
está el amor para los dos diciéndonos que falta.
Aunque esté todo tan terrible, yo te sigo amando:
sólo mirándote a los ojos reconozco el mundo.
Abrazos y lágrimas, intentando espantar el desconsuelo, cada cual trae
consigo un momento especial muy guardado, Varela, Frank, pensando
alguna forma de traerlo de nuevo, quizás, de la única manera que saben
traer amores, dolores y fantasmas, cantando. ¿Tal vez si hacemos el
concierto que tenía el sábado que viene? Gerardo cita otra canción,
que debe ser uno de esos secretos de ellos; no la reconozco, pero
decía lo que era trovar, o sea trasnochar desafiando ese tiempo, el
que nos toca que nunca nos gusta, porque si no es por mañana, por ese
poquito de luz para todos ¿para qué desempañarse cantando, mandando a
la mierda tanta oportunidad no deseada?
Soy amigo, soy nadie, soy tuyo conmigo
soy una gozada en cuestión.
Soy el loco que se curó
de la cordura que se trae la vida
la que la sociedad obliga,
un camicace que se antisuicida
un partidario de crear a creer.
Podría ahora esbozar una mínima biografía del Santi, y hablar de
aquellos 80 en que irrumpió con nuevos aires a la nueva trova, junto a
Gerardo Alfonso, Carlos Varela, Frank Delgado, Donato Poveda, y otros,
y otros y otros, que siguen dando canciones, desde edades diversas,
casi siempre, como ellos, medios topos, pues ni los medios masivos, ni
los medios ambientes parecen estar aptos para expandir la poesía.
Alguien me preguntaba ¿cómo salvar a la trova?... ¿salvarla de qué? Si
hay alguien a salvo es la trova, sucediéndose, incorporando cada vez
más canciones; los trovadores verdaderos, más vistos o más
desdibujados en los medios, son felices, atrapan la esencia de la
vida, la dicen alegre o desgarradamente, con la pasión a tope.
No es que quieras y no puedas,
el amor no esta de moda,
son ventanas que por dentro
se nos cierran sin remedio,
y nos devuelven ese tiempo
donde todo comenzaba,
y no existe más salida que llorar y sonreír,
para seguir intentando encontrar el porvenir.
No hay que salvar a los trovadores, mucho menos a la trova, hay que
salvar al pueblo, a los pueblos, de vivir sin su trova, sin la poesía
imprescindible para una existencia digna.
Y aquí esta el enamorado, con su luna entre los brazos,
pidiéndole a la esperanza para todos, para todos.
En otro momento quizás exista la necesidad de reseñar los años del
Santi, sus discos, hasta alguna que otra anécdota; ahora se trata de
salir a buscarlo, de convocar a quienes aún no lo han descubierto, ahí
donde único se la puede hallar.
Para suerte nuestra a los trovadores auténticos no hace falta
describirlos, ni siquiera hurgar en su paso por la vida, pues lo más
recóndito que se pueda llegar a saber de ellos ya lo dijeron, a voz en
cuello, guitarra en mano, jugándoselo todo, como si nada, sin
encontrar mérito en ello, sencillamente porque sí, porque no hay otra
manera de vivir que desnudándose, que dándose plenos.
Divertidamente aburrido frente a mi televisorsón,
cuarentonamente buscando otra canción.
Soy perfecto, soy gago, soy zurdo, soy vago,
soy una porfía en razón,
soy la trova del rock and roll
Ahora escribo, tras las penas que venimos arrastrando durante el día;
me asaltan anécdotas que ya con más respiro y alma en cuerpo habrá que
contar; suena el teléfono, un joven trovador universitario, Javier San
Juan, me llama, acaba de enterarse en
nada; me dice que no puede seguir hablando, se despide, cuelga. No se
cura el dolor, pero consuela, saber que ese muchacho irá directamente
a su guitarra, descargará sus penas sobre ella, se irá encontrando en
ese guitarreo del Santi hasta parar él mismo.
ahogan mi brisa,
mi brisa que presiento inagotable,
azul infinita;
límpida brisa de lirismo inevitable,
soplo de sueños
que en mi verso se derraman.
Si de mi voz florece la canción
motivo de tu dar,
si de tus ojos nace la bondad
de abrirme en el verso un palpitar,
no me dejes ir.