domingo, 23 de octubre de 2016
“EL ORO DE LA EDAD” de JUAN FRANCISCO BERTRÁN HURTADO / PREMIO Sociedad Cultural José Martí / V Concurso Caridad Pineda In Memoriam
La mayoría de nosotros
recordamos con cariño y cierta nostalgia nuestra niñez y adolescencia. Es la
etapa de la vida en que deseamos soñar y parece que la vida es eso, un sueño.
Ya cuando somos jóvenes, la vida se nos presenta de otra manera, seguimos
soñando, pero en hacer realidad nuestros deseos y ella nos enseña que no basta
con soñarlos.
Parece un trabalenguas,
pero hay una diferencia y podría decirse que en la adultez vuelven a cambiar
las reglas de la vida con mayores preocupaciones y responsabilidades. Nos
quedaría más tarde la vejez y ya todo es distinto. Si se ha tenido una vida
útil, se seguirá soñando, si no, se deja inclusive de desear. Pero cada edad
tiene su valor y hay que mirar ese valor en su verdadera dimensión. Es el oro de la edad que vivimos en esas
cuatro etapas. La primera, esplendorosa, la segunda intensa como el oro que se
funde, ya la tercera aquietada en su firmeza y al final un oro de otoño, acuñado
como sello distintivo de una vida aprovechada y ejemplar, medalla que encanta
no por su brillo sino por su quilate.
Cuando somos niños estamos
dispuestos a creer en la fantasía porque no tenemos noción de la realidad. Pero
la fantasía, aunque no lo parezca, también tiene sus reglas.
Muchos escritores se han
dedicado a escribir para los niños y existen maravillosos libros desde tiempos
lejanos. Casi todos nos llevan a mundos fantásticos y somos compañeros de
personajes dotados de increíbles dotes, pero con el tiempo nos damos cuenta que
todo se esfuma, si en esas historias faltó una moraleja o enseñanza para la
vida, nos quedamos apenas con un recuerdo muy inocente, que no nos sirve para
ser verdaderos protagonistas de la aventura real de nuestra vida.
¿Qué quiero decir?,
simplemente que los niños deben aprender desde pequeños a prepararse sin
abandonar la imaginación, para enfrentar los años por venir. Que sueñen en
cosas posibles, hay mucho de asombro en la vida real, nuestra naturaleza, por
ejemplo. Soñar sí, pero con los pies en la Tierra.
Y esto lo aprendí con los
años, al reconocer que de todos los libros que he leído hay uno en particular
que me ha permitido encontrar el oro que tiene cada edad por la que mi vida ha
transcurrido. Ese libro, que en principio no lo era como tal, me ha acompañado
mentalmente desde que tenía diez años de edad, han pasado cinco décadas más y
dentro de mí sigue viviendo ese niño curioso, optimista y dispuesto a enfrentar
todos los obstáculos con la misma entereza que podría tener uno de esos
personajes de leyendas. Me refiero a La Edad de Oro, escrito por
nuestro querido José Martí.
Fueron en total cuatro
entregas mensuales en forma de revista. El interés de Martí era ofrecer a las
niñas y niños de Nuestra América diferentes historias que despertaran en ellos
el afán por el conocimiento, que aprendieran a crecer bien, supieran reconocer
el valor de las cosas y sobre todo defender esos valores. No faltó la fantasía
pero con inteligencia. La forma en que Martí les escribió a los niños y niñas
de su época debería ser la forma en que nuestros hijos aprendieran a
comportarse y desenvolverse en los tiempos actuales.
Martí tuvo el propósito de
continuar escribiendo estas revistas pero eran tiempos difíciles, preparaba
desde los Estados Unidos la guerra
necesaria para librar a Cuba del yugo español. Por otra parte, lo que escribía
no fue del todo comprendido por el editor, que quería que hablara sobre el
temor a Dios, cosa que Martí no veía de esa manera. Martí aspiraba a que los
niños tuvieran la capacidad de juzgar por sí mismos sin anteposiciones ni
dogmas preestablecidos. Para Martí, los niños son la esperanza del Mundo y por eso pueden entenderlo todo si se les
explica, son los que saben querer y no se les puede mentir.
Yo aprendí con La Edad de Oro, ya convertido en libro gracias a Gonzalo de
Quesada, fiel alumno del Maestro, diez años después de caer en Dos Ríos,
luchando por la libertad de Cuba, a ser un niño despierto, sin grandes temores,
deseoso de compartir lo que aprendía. Mis padres, martianos de corazón e ideas,
me inculcaron igualmente esos valores que Martí reflejó en sus artículos, promovidos
desde los primeros años del triunfo revolucionario de 1959 y no los he perdido.
La Edad de Oro reúne
una cantidad importante de cuentos, poesías y ensayos, con un lenguaje
perfectamente entendible por los pequeños. No falta como dije antes una porción
de fantasía, pero no hay mojigatería ni banalidad, no se dicen las cosas de una
manera fantasiosa sino hermosa y esa
es la verdadera
fantasía. Su libro me enseñó a entender otros libros como Corazón de Edmondo de Amicis y El Pequeño Príncipe de Antoine de Saint-Exupéry. Y
es que a veces pensamos que los niños no son capaces de entender las cosas como
son y los queremos sobreproteger. ¡No!, eso es fatal, ¡miremos a los animales,
cómo saben enseñarles a sus crías a
defenderse! Debe existir un equilibrio que corresponde con la edad y la
complejidad de lo que queremos enseñarles, pero nunca mentirles o crearles una
idea equivocada. Lo que aprenden hoy repercutirá en el mañana.
Y Martí estaba seguramente
pensando en su hijo cuando concibió esta idea de escribir a las niñas y niños
de Nuestra América y se puede decir que del mundo entero. Quiso hablarles a
todos como si estuviera hablando con su príncipe enano. Sin distancias entre
ellos, tan cercanos como solo un abrazo es capaz de unir los corazones.
En Cuba, nuestros pequeños
crecen muy rápido, aprenden también con rapidez. Son igualmente soñadores y
crean sus fantasías, pero no se refugian en ellas, les anima la intrepidez,
quieren ser en un futuro grandes
deportistas, aviadores, cosmonautas, investigadores, no superhéroes. Son despiertos y les aburre el embobecimiento de las
historias que a veces observan en la televisión, aunque también existen
diferentes niveles para exponer el lenguaje y argumento infantil, cuando son
muy pequeños es lógico que sea más pueril, pero aún así debe ser explicado sin
tanta ñoñería. Y La Edad de Oro
consiguió hacerse
entender por los niños y niñas de cualquier edad.
En sus hermosos textos
podemos encontrar un universo de temas que sirven como herramientas para
recorrer una vida completa como una aventura. Hay de curiosidad y de
inteligencia, de asombro y respeto. Lecciones para cultivar el amor como la
pócima fundamental contra los imposibles. Leer ese libro es como prepararse
para un viaje, convencido de llegar a su final sin temor y deseando hacerlo
porque allí encontraremos el premio a nuestros esfuerzos: la seguridad de haber
vivido una vida útil y buena, una vida hermosa, el oro final de nuestro paso por la Tierra, que entregaremos a
nuestros hijos y nietos, como un tesoro imperecedero. Por eso Martí sigue
viviendo entre nosotros porque escribió para todos los tiempos y para todas las
personas con total entrega y sencillez, nos iluminó el camino con la magia de
su pluma y el arte para entenderlo. Los niños que leen a Martí serán siempre
mejores personas.
Es admirable cómo Martí
consigue en cada una de esas revistas, que a la postre se unieron como libro,
presentarnos diferentes asuntos que van desde la historia universal, la fábula,
culturas diferentes, leyendas… ¡un verdadero mosaico de temas!, que parecen en
ocasiones demasiado serios para un niño pero que el Maestro logra hacer entender
e interesar. La historia de los Tres Héroes nos conmueve por la manera en que
aborda la grandeza de los hombres que dedican su vida al bien de la Humanidad,
la ternura de Pilar hacia su muñeca negra, la inteligencia de Meñique. Todos y
cada uno de los relatos y poemas están escritos con amor, con sinceridad y
deseos de enseñar.
Nos dan luz para entender
con claridad la complejidad de la vida, nos alerta y nos aconseja a avanzar
atentos pero sin miedo.
En sus textos, abundan las
enseñanzas para el futuro, nos recuerda el valor de lo ya andado y nos anima a
vivir el presente, deseosos de aprender en cada momento. Es como invitarnos a
recorrer el camino de la vida y recoger los frutos que nos alimentarán durante
la travesía. Martí se nos presenta como un niño más, que ha crecido tanto como
un gigante y avista a la distancia las maravillas por venir, su entusiasmo es
tal que le seguimos, guiándonos por su visión a descubrir mundos, ya sea en las
ruinas indias, en una exposición en Paris como por la tierra de los anamitas.
Nos conduce a Homero y luego a donde El Padre Las Casas, conocemos la historia
de la cuchara y el tenedor y al mismo tiempo nos asombramos cómo es posible
conocer la historia del Hombre contada por las diferentes formas en que ha
construido su hogar.
Es realmente un viaje
ameno, interesante, dotado de poesía y lenguaje coloquial, no nos parece leer
sino escuchar las asombrosas historias contadas por un hombre que en ese mismo
tiempo pensaba cómo alcanzar la libertad de su Patria, tal vez con ese mismo
entusiasmo y pasión que nos llevaba por el sendero luminoso de sus escritos.
La Edad de Oro representa
para mí la oportunidad de encontrarme con el Maestro y esperar a una nueva
propuesta de aventura fértil y animosa. La última página de cada revista se
vuelve una nueva invitación para continuar, porque ha sabido estimular el deseo
y el interés de seguir sin descanso nuestra vida como un viaje.
El oro de nuestra edad no
se opaca con el tiempo,
La Edad de Oro
mantiene brillando ese
oro en nuestros ojos soñadores. Nunca morirá el deseo, siempre vivirá renovado
en sus palabras de oro nuestra mejor edad.
DATOS DEL AUTOR / JUAN FRANCISCO BERTRÁN HURTADO
(La Habana, 19 de diciembre
1955) Ha publicado durante treinta años historietas en diferentes revistas y
publicado libros del género por las editoriales Gente Nueva, Abril y
Pablo de la Torriente.
--TODOS
LOS PREMIOS / TODAS LAS FOTOS en:
---GRAN
PREMIO: “Las cien no soledades”: Aracely Aguiar Blanco
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