viernes, 17 de octubre de 2008

EL ESTRENO de Lucía



Antonio Desquirón Oliva
desquiron@gmail.com

Hoy día Adela Legrá vive en Santiago de Cuba, en Cuabitas. Es mi vecina. Hace unos días nos encontramos en la parada del ómnibus. Dado que como casi siempre, este trámite resulta largo, varios vecinos se acercaron a conversar con ella y todo cayó en el tema de sus personajes. En realidad, en cualquier barrio no vive una artista de cine. En un aparte, yo también contribuí a la sesión de remembranzas:

AD: Adela, yo estuve en el estreno de Lucía.
AL: ¿Sí? Pero ¿en qué cine?, porque hubo varios.
AD: El 7 de octubre de 1968, en la Cinemateca de Cuba. Sería entre 8 ½ y 9 pm. Es cierto que ese mismo día estrenaron varios cines de La Habana, pero fui a la Cinemateca.
AL: Estaba toda La Habana: actores, directores, gente de cine y de teatro, escritores, artistas.

Es cierto, solamente faltaban los seguidores, la alfombra roja y las limosinas para ser igual que en las películas. Esto es una exageración; estaba toda La Habana, pero de manera bastante informal. Recuerdo que yo llevaba unos jeans, pulóver blanco y botas de cañero. No había cumplido 22.

AL: Me habrás visto con mi barriga.

Entonces, Adela esperaba su hijo. Creo recordar una mujer “en estado” vestida de blanco. El pelo largo, abierto al medio, la tela ligera. Parecía un fotograma de la propia Lucía. Me parece tan gráfico, que no me atrevo a garantizar el recuerdo. Ese año yo estaba con una permiso de la Escuela de Letras por cuestiones de salud, pero como debía viajar desde Santiago con cierta frecuencia a algún turno médico de los que nos han hecho célebres a los “del Interior”, en la residencia de becados me permitían alojarme, y hacerlo todo normalmente, por lo que sobrellevé el trajín con bastante paz: hacía pocos días había llegado a la ciudad y otro becario –los de Letras estábamos muy actualizados y teníamos muchas relaciones-, me dijo: Esta noche hay un estreno en la Cinemateca. Lucía. La última película de Humberto Solás. Trabajan “la Señora” Raquel Revuelta; la misma que hizo de Manuela (viste Manuela, ¿verdad), una muchacha de Baracoa excelente que se llama Adela Legrá. Y la Flora Lauten. No te puedes perder eso. Toma una invitación. Enseguida me embullé, y como a las 8 ½ p.m. ya estaba en la Cinemateca. Cuando uno tiene mucha vida por delante no le importa gastar tiempo conversando, riendo, caminando, “socializando” mucho; hoy día hubiera llegado a las 9 menos 5, hubiese cruzado dos o tres saludos, hubiese entrado a la sala, buscado un buen asiento y quizá hasta hubiera echado un brevissimo somnum hasta de que empezara la proyección.

Por suerte el ’68 no era el 2008 y me sentía como pez en el agua en aquella laguna de nombres conocidos y famosos: Estorino, Virgilio, Vicente, todas la mujeres fabulosas de Teatro Estudio, Pepe Santos, los entonces alumnos y alumnas de Cubanacán –el ISA quedaba en el futuro-, los Camejo no que esa noche tenían función, casi todos mis compañeros y compañeras de Letras –la brevísima Mary Montes junto al enorme Horacio-, Wichy el Rojo, Rogelio Rodríguez, el gordo Rodríguez Rivera, el Jabao Catalán, Helmito, por supuesto Coco Salas, y muy probablemente los componentes del mundo cultural underground que aún yo no conocía y conocería un año después (Pepe el Loco, Benny Bola de Humo, Benjamín Ferrera, Omar El Indio, quizá Bárbara y Waldo - joven pintor que expuso en el Salón ’70, muerto trágicamente años después en la cola de una pizzería: toda una promesa artística que se perdió.
Era octubre, pero la noche era seca y no hacía calor.

Recuerdo bien el filme. No ocurrió con Lucía como con esas películas cuyo valor solamente se reconocen años más tarde. Desde el primer momento todo el mundo comprendió que estábamos ante una obra maestra. Nadie regateó los elogios. Claro que, como jóvenes “del mundo culto” teníamos nuestras preferencias y a todo se le marcaba con una etiqueta. El primer cuento era “operático”: recordaba al italiano Senso. Además, aquella fotografía tan contrastada… El que gustó más fue el segundo, el que protagonizó Flora Lauten. Nos parecía más contenido, más calibrado. La tercera parte, a cargo de Adela y del santiaguero Adolfo Llauradó, indudablemente era la más fresca y la personalidad tan apasionada de ambos actores encajaba muy bien. Por cierto, para mi es una especie de misterio el por qué Adela no hizo más personajes con otros directores: en definitiva, si ella no era actriz “de escuela”, la mayoría de las que dieron forma al cine cubano de los ’60, tampoco lo eran.

Pocas veces tenemos el privilegio de saber cuándo estamos participando de algo importante. Eso me ocurrió con el estreno de Lucía, como antes me había ocurrido con el de La Noche de los Asesinos y el Ballet del Siglo XX con la célebre María Casares declamando a San Juan de la Cruz.

Agradezco a quien corresponda el haber podido recordarle a la misma Adela Legrá, cuarenta años más tarde, el día que se estrenó Lucía y ella estaba encinta de su hijo.
(Cuabitas, 16 de Octubre de 2008)


1 comentario:

Amparo dijo...

Muy buena esta vivencia, es verdad, no todos tenemos cerca en el barrio a un artista del cine. Y ella se lució en Lucía y Manuela. Vi las dos cuando éramos tan jóvenes... Te envié un email.