La adolescencia curiosa y apurada no ofrecía alternativas para admirar las bellezas de la vida. El grupo social y el estatus, prácticamente impuesto, convertían hasta los más estudiosos en seres insensibles. ¡Qué difícil es lograr lo que uno quiere! Parece que se acaba el tiempo. El ego y la virilidad, te reciben de una manera erecta, se adelantan, caen chubascos de placer y sólo sudor y cansancio son testigos. ¿Qué hacemos ahora?
Parecía que nada tenía sentido, sin lo anteriormente expuesto: poesía, pintura, música, literatura eran actividades insípidas. ¡Qué error! Así eran aquellos días, donde ni siquiera sabíamos quiénes eramos y aunque tampoco importaba, permanecíamos en una constante e itinerante búsqueda.
Un amigo me hizo caminar del oído al corazón. La primera vez que escuché no podía creerlo. ¿Esto es real o es una fantasía? ¿En verdad pueden oírme? Al principio funcionaba como un juego exquisito: inventábamos preguntas, nos hacíamos pasar por otros… ¡Qué rico es ser tonto sin saberlo!
El tiempo transcurría y lo que antes era una diversión, tomó carácter serio y profesional. ¡Hay que decidirse! ¿Y si aún no estoy listo? Demasiadas preguntas para uno solo y a veces nadie espera tanto. En verdad, cuando se necesita de más apoyo y dedicación no lo tienes, pero en ese preciso momento la vida puede cambiar si estamos dispuestos a que así sea.
Y así sucedió. El descubrimiento de nuevos sonidos y nuevas maneras de crear fueron como una bocanada de aire fresco para incentivar las relaciones. Ya no había necesidad de apurarse, pero sí de tomar un camino seguro y correcto. Equivocarse es de las personas y con los errores se aprende que somos humanos y que al igual que ellos, no somos perfectos. ¡Gracias a esas experiencias es posible abrir los ojos y percatarse de lo que realmente nos falta!
Los años pasaron y lo que antes era un hobby, ahora se convirtió en una profesión. ¿Cómo aconsejar a la gente si aún tengo muchas dudas? ¿Cómo resolver problemas reales, si ni siquiera he vivido dos décadas? ¿Cómo me voy a comparar con grandes escritores si todavía tengo deudas con Cervantes o Víctor Hugo?
Algunos me ayudaron, otros no me dijeron nada; pero aprendí a formar un pensamiento profundo y analizar las cosas desde varios puntos de vista. La entrada a la Universidad me acercó a una etapa de conocimiento científico y su necesidad.
Hoy sigo buscando alternativas para ser yo mismo entre tanta gente. ¿De qué voy a escribir si ya todo está escrito?
No quiero pasearme por cursilerías u obras kitsch. La vida no se hace a través de un guión radial. Y aunque lo he mantenido todo el tiempo en suspenso, la posibilidad de ser un escritor de ese medio me ha dado la oportunidad de tener otras vidas. Puedo ser Dios, un mortal, quizás nadie… pero estoy seguro que en cualquier mazmorra, centro de reclutamiento o trabajo, hogar de la ama de casa… la gente sintoniza la radio y vuelve a suspirar o llorar como lo logró con su novela El derecho de nacer, el sanluisero Félix B. Caignet.
Aunque mi fama sólo dure los segundos que tiene la voz humana para decir un crédito, en ese preciso momento, soy el hombre más feliz que ha pisado la tierra del señor.
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1 comentario:
Realmente me causa admiración como escribes de la Radio, es un medio que nos ha dado una parte de la vida y por tal motivo esa le pertece a ella, sin miramientos y con entrega total, aún cuando dentro de ella existen quienes no la merezcan. Nadie puede darnos ni quitarnos ese bichito que la radio sembró en nosotros. Te aseguro que soy gracias a ella y nunca me alejaré lo suficiente para dejar de soñar cada noche la realidad de un programa que pudiera crear, aún cuando en mi gabeta duerman infinidad de proyectos aún sin vida. Muy pronto también dedicaré un espacio a esa vida de un realizador de radio, sobre todo la de Sagua la Grande.
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