♣ Presentación del libro de cuentos La edad de la insolencia de Reinaldo Cedeño Pineda, en la singular Feria de Otoño de la UNEAC en Santiago de Cuba.
17 de octubre de 2013 /Restaurante Palmares
TEXTO: Manuel
Gómez Morales
Fotos. Rey Alexander y Janni
Si acepté presentar La edad de la insolencia, última entrega literaria de Reinaldo Cedeño Pineda, no
sólo fue porque se trata de alguien que es un intelectual orgánico a cuenta y
riesgo, sin patente, en esta época en que abundan aún más las mascaradas. Si
acepté, fue porque me tendió la mano del sabio humilde, para darme luz con esta
oportunidad, ante la trascendencia que avizoro a través de los dieciséis cuentos
que integran el presente volumen. Y si acepté es porque se trata de un libro
demente… sí, porque Cedeño está irremediablemente loco (que no es lo mismo que
maníaco)… por lo que queda demostrado que yo también estoy loco. Por aquí anda
el carisma de este creador, su efecto de halo. De modo que si Ud. no abraza
esta vocación de locos necesaria en estos tiempos, le convido a que la asuma al
instante. Sea un loco en este exacto momento, escuche y adquiera una
oportunidad de vida que oferta Ediciones
Caserón. Juro por todos los dioses que suscribo el marketing que expongo en
nombre de la verdad. Por favor no se retire.
Si
accede, se reconoce así mismo con suma honestidad y asume este filón que lleva
por dentro, puede afirmarse que ha perdido el miedo y dará miedo. Ud., una vez
que se identifique con el texto. Esto es parte de La edad
de la insolencia. Pero a la insolencia
no se llegó así por así. Primero hubo una edad de la inocencia que subvirtieron
aquellos que fueron educados o transformados en insolentes por el medio
ambiente interno y externo. Dícese del hombre que quiso convertirse en
personaje de su propia fábula, fábula trastocada, distante de la intensión de
Esopo. En La edad de la
insolencia se registran estudios de
casos, historias de vida; se escucha la sinfonía del hombre común en su nuevo
mundo. El pincel del autor confirma su destreza en marcar los claroscuros
sicológicos y sociológicos en el dibujo de sus personajes; las anécdotas no son
grotescas, crudas o morbosas, lo son sus personajes porque tienen sinceridad,
se proyectan como tales son ellos y su circunstancia, lo onírico, la fantasía,
sueño tras sueño, amor.
(El autor Reinaldo Cedeño y el presentador Manolito Gómez Morales en un instante de concentración)
Es
muy dable confundir los estados de locura en el ser humano, resulta fácil
reducir la locura, simplificarla con un adjetivo tan trivial:
—“Ella está loca”.
Así, por ejemplo, en el cuento que da nombre al
libro, el personaje “Madame (al decir de Cedeño) disfruta de toda lucidez, solo que
mucha suele confundirse con locura”. He aquí, a nuestro entender, la
tesis clave del autor, sustentada a lo largo de 86 páginas, un argumento
corpóreo calificado por José Martí cuando acotó que: “la cordura es la enemiga del éxito”, claro está, vista desde otro ángulo.
Cabría preguntarse hasta qué sitio de la hondura Reinaldo cala la carne
humana, la despoja de su piel y la muestra con “la verdad [que] es el
alma de la agudeza”, clásica oración “shakespeareana”.
¿Son los cuerdos los locos o los locos los verdaderamente cuerdos? Sin
retórica, créame que cuando leí el cuento “Los cuerdos”, me saludó entre líneas
la popular Yaquelín santiaguera, la misma que mece sus nalgas voluminosas y
desparramadas en las calles de la ciudad y más allá de Santiago tan solo al
compás de una lata con un palo. ¿Cuánta imaginación contendrá un supuesto loco?
La misma que se halla ausente en el hombre que dice estar en sus cabales. Y
prosigo en estas cuerdas vivas; Antonia “era
gris como polvo de volcán, gris como la ausencia […] prefería la última fila,
el último asiento” y, sin embargo, esa
grisura se enciende letra a letra hasta reventar gracias a la inteligencia del
personaje. Y cuidado, volvemos a la peligrosidad de la inteligencia, cuando en
el cuento “El caballero”, Cedeño toca esta creciente preocupación existencial
en nuestros días: “Los libros se
convirtieron en su único refugio y como bebía página tras página, sacó ventaja
a todos en la escuela. Cuando pensó haber encontrado un oasis a la falta de
compañía, se le sumó la envidia y se halló ante un desierto”. Y bien, se trata de algo inusual: se relega la
inteligencia; Reinaldo lo reitera en otra de sus piezas narrativas: ¿Cuántos
Hamlet andan las calles queriendo ser, y no son porque los niegan?
(El autor Reinaldo Cedeño y el presentador Manuel Gómez Morales en un instante de agradecimiento)
La edad de la insolencia no
depende del cúmulo de edades que lleva consigo, su “altura no está en el tamaño
del salto sino en el latido que lo impulsa”. Genial sentencia de este Reinaldo
santiaguero, es como una suerte de epigrama narrado. La contravención, la marca
de la diferencia, el embeleso, hasta a veces cruel de la niñez, el absurdo que
no es tan absurdo, representan algunos de los temas abordados en un título que
trasciende la cotidianidad y alcanza la dimensión de lo universal para
pertenecer a todas las épocas. Claro, no podía esperarse otra cosa de Reinaldo.
Una técnica depurada que se me antoja lecciones de corte cinematográfica y
hasta radial. La disolvencia de los personajes es perceptible para significar
el correr del tiempo, el valor de la superposición mutua del pasado y el
presente. Nombres comunes se transfiguran en propios en un constante
encabalgamiento que fortalece el discurso narrativo.
La edad de la insolencia es un
texto necesario para “entrenar los músculos del alma” y yo solo añadiría: ¿Y la
indolencia y la insolencia? Bueno, también son respuestas que Ud. hallará en
este libro que maneja hábilmente, a favor de la estética del creador, el título
de una obra de de la norteamericana Edith Wharton conocido por La edad de la
inocencia.
En
cuanto a Ud., gracias por acceder a esta mención promocional y, en especial, por
caer en el trance de la locura al menos en este instante. Ah! Y cuando salga de
aquí, luego de haber comprado su edad para la insolencia, le recomiendo nunca
interrogar al horizonte, pues tan solo “es el límite de la imaginación”
Entre los asistentes a la singular presentación estuvieron la africanista y naradora oral, Marta Cordiés Jackson, el productor y poeta Gabriel Soler (Gaby) y el historiador Rafael Duharte.
(Amigos e intelectuales: de rojo el poeta y profesor Reinier González, Gaby y el actor Andrés Caldas)
(Presentación del libro LA EDAD DE LA INSOLENCIA en el restaurante Palmares)
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