Reinaldo Cedeño Pineda
Se habrán inundado de luz aquellos ojos de aceituna del poeta… mientras contemplaba el paisaje del Valle del Yumurí, en el occidente cubano...
¿Quién le advertiría que no era todo, que debía visitar el Oriente de la Isla? ¿Qué argumentos le harían desafiar tantos kilómetros, cuando era tan reverenciado en La Habana?
A su regreso al hotel, su genio inflamado fue capaz de visitar la ciudad… con la imago. Desgranó, tal vez, los versos más universales que se le hayan escrito: Son, aunque otros lo conocen como Son de negros en Cuba, o por su estribillo, Iré a Santiago.
El poema anda cargado de ardor y sobre todo, de símbolos. Su valor se acrecienta hasta la infinitud, no olvidemos que se trata de un extranjero que no conocía la ciudad.
La metáfora supo adelantarse a una aventura que algunos negaron fervientemente, pero que no podía dejar de hacer.
“El coche de agua negra” que tanta curiosidad ha despertado no es más que una locomotora activada por carbón: imagen clemente, capaz de ennoblecer el incómodo viaje…
Hablamos de 1930.
“La rubia cabeza de Fonseca” era una de esas figuras de las estampillas de las cajas de tabaco, elaboradas con tanto primor.
Una vez en tierra oriental cubana, pronunció la conferencia "Mecánica de la nueva poesía" en la Escuela Normal para Maestros e incluso, en reverencia suprema, fue explicando los versos de su "Iré a Santiago":
Cuando llegue la luna llena
¡Oh cintura caliente y gota de madera!
Aunque no pudo asistir a dicha conferencia porque apenas era un muchacho, el intelectual Ricardo Repilado (1916-2003) manifestó, poco antes de su fallecimiento, otros detalles de la asistencia de Lorca a Santiago de Cuba.
La polémica despejada... y un testigo
Profesor universitario por largos años, su ensayística literaria y sus textos son de obligada referencia. Nacido el 14 de junio de 1916, a Ricardo Repilado la vida le deparó una oportunidad única, casi por casualidad.
Era vecino de los Henríquez Ureña, dominicanos de larga huella en la cultura cubana, y...
“Éramos muy amigos de los nietos y sobrinos-nietos del doctor Henríquez y Carvajal, y todos le llamábamos "Pa' Pancho". Una tarde estábamos visitando allí, cerca del patio, y en la terraza había una tertulia porque parecía haber una visita.
“Max había llevado a Federico con su padre para que éste le recetara algo para el estómago. Sin embargo, él no parecía sentirse muy mal, porque se reía mucho, contaba muchos cuentos, y a nosotros nos fascinó.
―Federico García Lorca ―me respondió.
“A mí el nombre, entonces, no me dijo mucho. Yo era un buen lector... pero era un muchacho. Poco tiempo después ya Lorca era el poeta del día, el poeta sensacional que todo el mundo estaba leyendo... Cuando se pusieron de pie, prudentemente, nosotros tres nos largamos de allí... no fuera a ser que nos regañaran”.
“Tengo que reconocer que nunca estuve tan cerca de un genio como aquel día, pero no lo supe, no me di cuenta, no sabía. Dicen que cojeaba un poquito, pero yo no lo ví caminar, no lo puedo asegurar.
Las nuevas fechas
Una de las causas de la negativa de algunos a admitir la visita de Lorca a Santiago fue la afirmación de que no existían reportes en la prensa. La investigación ha demostrado lo incompleto de aquel supuesto, pues con cierto espíritu chovinista, sólo se revisaron las publicaciones de La Habana.
"Ayer llegó a esta ciudad el notable poeta andaluz Federico García Lorca, que esta noche ofrecerá una interesante conferencia bajo los auspicios de la Institución Hispano Cubana de Cultura a las 9 y 15 en la Escuela Normal..."
Por si fuera poco, en la sección "De la vida social", escrita por Cliserio Romero en otro diario local, La Independencia, en la edición correspondiente al miércoles 4 de junio de 1930 puede leerse:
"En la noche de ayer tuvo efecto en la Escuela Normal una interesante conferencia llevada a efecto por la entusiasta Institución Hispano Cubana de Cultura. El amplio centro docente se vio pletórico de concurrencia selecta y distinguida, y ocupó la tribuna el distinguido intelectual señor García Lorca, que pronunció brillante conferencia esmaltada por párrafos hermosísimos".
"Fue muy aplaudido el valioso conferencista".
Por supuesto, en la ciudad no sólo habló de poesía. Una fotografía lo tomó en el puerto de Boniato, mirador natural de la Sierra de Boniato, parte de la cordillera de la Sierra Maestra.
Los años saltaron épocas, la historia se entrecruzó cuando el compositor Roberto Valera depositó en manos de Electo Silva (ambos Premio Nacional de Música) y de su coro Orfeón Santiago los versos lorquianos de "Iré a Santiago" en una nota antológica del 30 de marzo de 1970:
"Te envío este son, un "Iré a Santiago más", para añadir a los muchos que basándose en ese poema de Lorca deben haberse compuesto, con la esperanza de que te guste. Si "montas" este son, tómate con él las mismas libertades de si se tratara de música tuya: lo importante es que suene "sabroso", y eso, tratándose de música cubana para coro, nadie como tú para lograrlo".
El contenido del envío no durmió un instante.
En el Festival de Coros de ese propio año, en Santiago de Cuba, ocurriría el estreno. Desde entonces el poema supo volar y se ha convertido en un himno universal, un canto a Cuba desde el alma gitana.
Y como un juego de espejos, el canto inflamó de vuelta a la poesía:
Reinaldo Cedeño Pineda
¡Oh noche de melaza y aceituna!
Guadalquivir fuera del cauce
noche de tétano y sablazo
noche de búho con el pico azul
noche de espejos
noche de lepra y daga.
Noche para sacar la esquirla
erizos voladores
noche de fin del mundo
noche pétrea
impía
Noche de cien ladridos
y una lágrima.