Reinaldo Cedeño Pineda
1.
Si tenéis suerte, surge de alguna esquina y su oficio de oráculo traspasa. Conste que no es metáfora. Si te resguardas del sol, si hay buen aire, todavía habrá tiempo para hablar de María Kodama, la musa de Borges; o de Rodríguez Feo, el olvidado; quizás de Penny Lane ─la mítica y cantada─, que atravesó una tarde en Liverpool como buen marinero.
Entre Boti y Heredia, pondrá un poema en tus manos en la Biblioteca, un solo poema del tamaño de un libro: Yo vi a Dios escribiendo en las paredes, escribe. No le desmiento. No me atrevo. Tomará un reloj de arena para decir las cosas a su manera insólita. Y han de nacer, por ejemplo, El Cuaderno malo y Poesía funesta, con su nueva semántica.
Su nombre es presa de todas las pavuras. Sus apellidos son galácticos. Marino Wilson Jay se burla de los años, sin importar si son sesenta y cinco más. Se burla de los años y del ácido úrico. De sus ritos regresan las palabras. Él sabe donde comienza la alborada.
Es el provocador, es el fluir, es el gurú. Y ha dejado sus ojos en todos los libros de este mundo.
2.
Cuando leía Yo, araña pensé en Libertad Dearriba, atrapada en sus años, en sus dieciséis años. En la muchacha que no encontró otro modo de gritar.
Yo, araña de José Orpí se acreditó el accésit del V Concurso Internacional de Relatos Breves El Laurel, en la ciudad olímpica, la ciudad catalana, Barcelona. El autor nos devuelve a Libertad en su poesía vestal y desgarrada, en el albor truncado y taciturno. A Libertad, libre por fin de heroísmo y ceguera.
Cuando leí Yo, araña, llovía. Conste que no es metáfora. La lluvia en casa de Orpí no es una lluvia cualquiera. La lluvia es siempre un cataclismo. Las palabras, la frágil osamenta de su casa. Es el momento justo que escoge el escritor y se mira al espejo, como un sobreviviente.
3.
Horadar a Proust, a Rimbaud, a Bulgakov. Fijé el taladro / al corazón de la madera / y comencé a horadar… Horadar las tetas de Jimena. Horadar una ciudad, la noche. Girar como La Noria. En una tarde de café, confiesa: el mundo es un tazón para beber con los amigos, con ciertos inquilinos que le rondan.
Este muchacho llamado Oscar Cruz, brevemente Oscar Cruz. Este muchacho de dulces latigazos. Su cuaderno En paños menores ha ganado el Premio La Gaceta de Cuba. Mirad discretamente sus quemaduras. Cuidado con el verso de basalto. Cuidado, que va llegando a la librería Renacimiento de la calle Enramadas con dos pesos ─con apenas dos pesos─, y va llevarse una clepsidra, una cosecha. Cuidado, que nos llama: nada que suavice nos conviene / limpiemos con cloro nuestra casa… Cuidado, este muchacho es un poeta.
4.
…llegan los héroes y extenuados buscan la lluvia/ vienen de todas partes con el pecho hinchado.
(Liliana Gómez Luna, Reinaldo Cedeño y José Orpí, jurados del Premio Heredia)
Tomar un libro virginal, leerlo verso a verso, sin conocer el nombre; es una trampa. Una trampa dolosa, desafiante. Así nos asomamos en casa de Liliana Gómez Luna, a decidir el premio del Concurso José María Heredia, con un as y sin mangas. Es el momento, final de la lectura, espada sobre el nudo gordiano.
Henos aquí ante un texto con algo de Corleone y de telúrico. Un libro solo en el espinazo. Después supimos de Juan Carlos Veranes, sólo después. Entonces era un libro virginal y nos tocaba.
Accésit es sólo una palabra. Cosa Nostra, su libro, es la huella en la arena. Es la ola. Más allá se ve el mar.
5.
Alguien me dijo que era mejor con los abrazos que con las letras. No supe si agradecer o cerrarle la puerta, no recomiendo el trance. Conste que no es metáfora. Entonces, cuatro abrazos. Como dijo el ilustre señor de los Siglos de Oro: contad bien si son cuatro… y está hecho.
(Santiago de Cuba, sábado, 5 de marzo de 2011, Feria del Libro. Palabras de elogio a los escritores Marino Wilson Jay por sus 65 cumpleaños y a los poetas santiagueros: galardonados del año 2010, José Orpí, Oscar Cruz y Juan Carlos Veranes)
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