domingo, 24 de junio de 2012
Segundo aplauso para FUENTEOVEJUNA de LA SICARIA
(Imagen de Antofagasta, Chile)
♣ MUY
ESPECIAL desde CHILE / Por Yasser Alberto Cortiña Martínez
Justo en las inmediaciones de la Ave. Brasil de esta
ciudad de Antofagasta, el patio de la Residencial Universitaria
de CODELCO, cede su espacio para que el colectivo teatral La Sicaria presente una
versión muy particular de Fuenteovejuna del afamado dramaturgo español Lope de
Vega.
La obra que se encuentra dentro de las más
importantes del Siglo de Oro español, vuelve a escena pero en esta ocasión como
parte de una propuesta que se ha dado en llamar Teatro Conteiner debido a que
su soporte es precisamente contenedores marítimos y porque el metal se
convierte en el elemento detonador de fuerza, de viveza, en la enunciación del
concepto escénico. Y sin lugar a dudas esta puesta en escena del colectivo
responde a los presupuestos antes mencionados, desde el trabajo actoral, la
música, y la presentación de tópicos tan caros a la obra como: la venganza, la
injusticia, el valor, las discrepancias sociales, la rebelión. El conteiner
dota al espectáculo de un aire singular, raro, ajeno; sin embargo sensual y
elíptico que todo el tiempo aviva el interés del espectador por saber qué
ocurrirá en el próximo minuto y esto se agradece pues la intriga determina la
existencia del teatro desde su surgimiento en la Grecia Antigua.
El director,
Jesús Codina, edifica una fábula que se centra, a mi modo de ver, en la
beligerancia y en el cuestionamiento al poder. En los casi 70 minutos de duración
de este espectáculo, la lucha por reivindicar el valor de lo humano más allá de
mandatarios déspotas, se torna en cuestión preponderante, que a su vez origina
un plausible criterio conflictual tanto en los intérpretes como en el espectador.
Valdría
destacar el importante papel que juega la música pues matiza de manera acertada
cada instante de valor dramático. Complementa la trama, los estados de los
personajes y sus relaciones, y dinamita la percepción de los observadores que
responden con la atención a cada sonido. Solo señalar que las dificultades con
la amplificación de las voces de los actores actuó de forma desfavorable porque
entorpecía por momentos la comprensión del texto y distorsionaba la consecución
de los sucesos. Los actores debieron mostrar un manejo más seguro de los
micrófonos incorporados en su indumentaria.
De
igual manera la iluminación fue de esos rubros que impidió cerrar el vistoso
espectáculo de La Sicaria
pues la carencia de luces que esplendieran la parte superior del conteiner
impidió apreciar el trabajo facial de la actriz Teresa Ramos y además la
creación de sombras en el escenario mismo o la innecesaria abundancia de luminosidad
en estados íntimos como los encuentros entre Frondoso y Laurencia tampoco
posibilitaban un acercamiento a ciertas escenas. Sin embargo hablo de tiempos
que si bien: pudieron catapultar la puesta en escena hacia un sitio de mayor
privilegio, no sería justo decir que la minimizaron.
Ya en
el plano de lo actoral quisiera abordar dos aspectos de suma importancia: por
un lado lo que respecta a la emisión del verso y por otro el referido
propiamente a la interpretación.
Esta es
una obra en verso que cuenta con una adaptación excelente pues no pierde ningún
valor dramático, sino que gana con los elementos contemporáneos que se le
incorporan que van desde el conteiner y toda la escenografía, hasta la
aparición de un DJ con aspecto futurista y sin un brazo, pasando por el recurso
mismo de la propaganda revolucionaria como tarea que unifica al pueblo de
Fuenteovejuna. No obstante la fluidez del verso que se centra en la expresión
de las ideas completas sin desconocer la versificación pero sin ser fieles a
ella porque es teatro y no declamación, fue asumida solo por parte de los
actores. El elenco generalmente se preocupaba por el respeto de las pausas
ortográficas mientras que el verso en el teatro demanda de las pausas
sicológicas porque son las que permiten el juego con los caracteres, con la
mencionada fluidez, con las acciones y con la re-escritura de los conflictos.
Dicho
criterio creaba determinado contraste con la fuerza de las actuaciones pues
estas eran de un calibre marcadamente contemporáneo y el decir de los
intérpretes era demasiado estilizado en ocasiones. Valdría destacar la limpieza
y fluidez en el caso de Ángel Lattus y Teresa Ramos. En ambos se pudo apreciar
el oficio, la sapiencia y calidad en movimientos. La seguridad y fuerza en
Natalia Rojas y Francesca Santoro posibilitaron que importantes escenas
contaran con viveza. Denise Juárez y Claudio Ortiz destacaron gracias a la organicidad y nobleza
que fueron capaces de otorgar a sus personajes.
Si bien,
Gonzalo Durán encanta por su imponente presencia escénica, creo que la
intensidad de Frondoso, personaje que interpreta, careció de constancia durante
toda la obra. A ratos se perdía entre la urdimbre de relaciones creadas por el
resto de los personajes y resurgía en las escenas propias donde el intercambio
era llevado por él o sus conflictos.
El
resto del elenco lleva a cabo un trabajo interpretativo correcto aunque pienso
que sería valedera la limpia unificación de las acciones de sus personajes para
que de esta manera prevalezca en futuras presentaciones: la conducción de los
personajes durante la puesta en escena.
Expuestas estas ideas, los
convido a todos al disfrute de un espectáculo rico en sugerencias y de una
mirada muy interesante a la obra de Lope de Vega. Un espectáculo ha dejado de
ser una obra más dentro del espectrum artístico de esta ciudad, desde el
momento en que fue estrenado debido a la grandeza de su mensaje.
Sin más
he aquí mi segundo aplauso a esta renovadora propuesta de FUENTEOVEJUNA.
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