lunes, 18 de junio de 2012
Verde Verde: un tema por madurar
REY ALEXANDER RODRÍGUEZ CUREAUX
Durante mis años como
estudiante universitario recibí, con carácter obligatorio, la asignatura,
Apreciación de las artes. Recuerdo que, mientras escuchaba las explicaciones de
mi maestro “evidentemente pletórico de gozo
él”, yo trataba de encontrar los porqués de tanta emoción visible.
Tardé, pero alcancé buena
parte de ella.
Como siempre, también llegué
a conclusiones. ¿Quién puede saber lo que impulsa a un creador? ¿Quién tiene la
certeza “absoluta” de que es esto, o aquello otro lo que nos quiso decir? Sólo
suponemos, por los establecidos códigos en las artes: un color, una forma, un
gesto…
Mi actual profesión y el
contacto con buenos “degustadores” del séptimo arte, me han permitido detenerme
en el análisis de cintas cinematográficas. Interpretando un poco, y utilizando
en otro momento, aquello que así lo permite; siempre en beneficio de la
comunidad.
“Muy transgresora”, “La
divulgación en la radio y la prensa, nos engañó”, “No es sobre la homofobia…”,
“Me parece que se están pasando los medios”. Con tales comentarios como
precedentes, llegué a la nueva entrega de Pineda Barnet. Confieso, que estuve
tentado a no verla primero, y a pedir compañía para hacerlo, después.
Hasta que la vi…
De la estética, las
actuaciones y demás elementos artísticos, por favor, háganse cargo los
especialistas, que al final, Zapatero, a sus zapatos.
Quizás no lleguen a nosotros
las tristes evidencias del poder de la homofobia en su versión más descarnada.
Tal vez, un homicidio con el robo como móvil; o algún “crimen pasional”. Me
disculpo porque en tales cuestiones, las estadísticas no son públicas y
ciertamente los reportes, lindan la imaginería popular o la fabulación, como
diría un buen amigo.
Sin embargo, varios mensajes
quedan a la vista: la prostitución, las adicciones, la discriminación; esta vez
desde fuera e internalizada. La no aceptación.
Vayamos por parte. De la
prostitución, o sexo transaccional, (término menos despectivo) prefiero hablar
en otro momento, porque se hace necesario un aparte. Otro tanto con las adicciones.
Pero…
¿Quién conoce los límites de
la homofobia? ¿Quién sabe, con toda certeza, lo que siente un homofóbico? En
nuestra sociedad ¿cuál es el límite entre homofobia y simulación?
La homofobia existe, es un
hecho.
El medio es vital para el
desarrollo de todo ser humano, es el molde, la guía, el sensor. Nos da todo,
incluyendo los errores que probablemente no cometeríamos. La idea es que ir en
contra, nos dejaría en posición poco ventajosa.
Carlos (Carlos Miguel
Caballero), cede a su naturaleza homosexual, tentado constantemente por Alfredo
(Héctor Nóas); pero no tiene la fuerza necesaria para romper con la dependencia
social. Me parece completamente terrenal y, por tanto, creíble.
Y es que más que temerosos de
los designios de Dios, tememos a los designios de “los otros”. Para los
familiares de muchos homosexuales, confesos o descubiertos, asumidos o de
incógnito; la idea del rechazo o la burla, son los argumentos necesarios para
sumarse a la lista de los detractores.
En ese momento, “el fin
justifica los medio” y esos “medios” se convierten en las armas de la
homofobia.
Carlos no asesina a Alfredo.
Carlos asesina a su impotencia para asumir una orientación sexual diferente de
la heterosexualidad, con todo lo que ello implica; asesina el estigma, el prejuicio;
asesina la sociedad que le aprieta, que le subyuga.
Termina con la vergüenza en
que le sume su naturaleza animal. Esa que constantemente desdeñamos,
enarbolando una racionalidad ya frágil, vulnerable.
No creo en la teoría que, sin
bases, por cientos, ni universo objeto de estudio, concluye que todo homofóbico
es máscara de homosexual.
Sólo me queda una pregunta
que comparto y que, quizás pueda responder alguien. Si somos una sociedad de
falocentrismo que estimula la homofobia, ¿cómo es posible que, en algunas
regiones del país, donde el machismo se respira en lugar del aire, la epidemia
de VIH/sida tenga como orientación predominante, a la bisexualidad?
Ese pudiera ser un indicador
a tener en cuenta, junto con el monitoreo de sitios de sexo y encuentro en los
que cohabitan varias especies: los sin nombre, los desprotegidos, los
enmascarados, los de amnesia diurna, los de la “primera y última vez”…
He vivido con la homofobia,
la auténtica, la “de marca”, y con la plagiada; me he paseado de su brazo por
las calles, la he sentado a mi mesa, he bebido con ella; y ahora sé que estuvo
en mi cama, y ciertamente… me confundió.
Tiene muchos rostros, rostros
de “nunca antes”, de “no es así”, de “es muy noble”; todos cuestionables,
dañinos para sí y para otros; rostros de ignorancia, de intransigencia; pero
sobre todo, de miedo.
Verde Verde, puede ser
redundante, teatral, por momentos desbalanceada o de ambiente desconocido,
indudablemente polémica. Pero su mérito es la credibilidad, el valor para el
tratamiento del tabú dentro del tabú.
Un paso verde, con la
esperanza de madurar.
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