martes, 19 de junio de 2012
CAMARÓN y PEDERNAL
Reinaldo Cedeño Pineda
Lentamente, la arena se
hunde. Roca y sal. Sal y musgo aferrado. Dobla por el camino recorrido mil
veces, se parte la maraña espinosa en dos, el pórtico natural de uva caleta.
Avanza. Sus botas quiebran pequeñas ramas secas, hojas secas, erizos secos,
arena seca. Se acerca al esbozo minúsculo de playa que se hace lugar entre el
diente de perro y la costa. Mira detenidamente, pero está vacía, sólo un
horizonte inalcanzable, azul…
Espera, la espera siempre le
ha entregado recompensas.
Se levanta como un resorte y
avanza sigiloso, con maestría, hasta donde la hoja redondeada de la uva forma
un túnel, un visor natural. Hace su atalaya. El mar lame dos cuerpos con
fruición, ambicioso. A hurtadillas se mueve. Les nombra Camarón y Pedernal.
Camarón reza. ¿Está llorando? No lo sabe, el dolor y el placer se confunden o,
tal vez, el sol ciega sus ojos. Pedernal está en barranca, las gotas se
detienen redondas sobre su hombro y puede verle entero. Camarón es un niño
travieso. Se instala en la tabla salvadora para remar. Pedernal baja los
brazos. Camarón se va al cielo. No está junto al mar, sino en su paraíso, con
la lengua rozando las pequeñas piedras de su pecho. Camarón es blanco y rojo
camarón; Pedernal es negro, negro pedernal. Este mangle se está derritiendo… A
lo lejos un barco, un faro, un viejo pescador; pero ellos nada ven. Los cuerpos
baten el aire. El aire es deseo. Corren hacia el verde… casi lo tocan. Camarón
se abre, camelia deseosa. Pedernal es un rinoceronte, le entrega una cornada.
Quien la tuviera cerca para morder esa manzana sacada del agua, con algo de
salmuera. Manzana en salmuera. Deja una mordida enorme, verde y roja en el
tronco de la uva caleta. Dura como una anunciación. Quién fuera, quién fuera a
la vez Camarón y Pedernal. El grito se confunde con el rugido del mar. El mar.
Está yéndose del mundo. No tiene piernas…
Camarón se ríe con labios de
manzana. Pedernal goza con labios de semilla. Ha naufragado. Carcomido y
lívido. Se van con las nalgas danzantes. Gime la arena seca, las hojas secas,
el alma seca. Todo se moja.
Ay… este mar que le come los
ojos.…
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