(Inmediaciones del parque de Güines, provincia de La Habana)
Reinaldo Cedeño Pineda
escribanode@gmail.com
Ir al teatro, sea cual fuere la función escénica, significa asistir a un rito y a una representación irrepetible, a una “realidad construida” desde el arte, a una propuesta auténtica. Y naturalmente, presupone un respeto esencial al público reunido, sin el cual el hecho teatral pierde todo sentido.
Traigo unas líneas para la concepción artística de la gala de premiación (directora, Gloria Torres) del XXXI Festival Nacional de la Radio desarrollada en la noche lluviosa del 22 de mayo, en el teatro Campoamor de Güines.
Bien el diseño de una “esquina radial” en el escenario, buena la oportunidad para escuchar voces y rostros de la radio. Aplausos para la alegría de los premiados, galardones al talento de nuestros radialistas, a contrapelo de todas las carencias.
Me llevo, por ejemplo, el rostro asombrado, la euforia contenida de una joven de Radio Cruces, Cienfuegos (Geysi Rosell), galardonada con el premio de Radio Habana Cuba ―y de paso, con una pintura del ecuatoriano Osvaldo Guayasamín― por Educador Misionero, el drama y el servicio de un internacionalista.
Guardo otro gesto hermoso, que no tuvo cámaras, pero que ocurrió a unos pasos de mi butaca: La directora Caridad Martínez (Radio Progreso) cedió el trofeo ganado (Gran Premio en unitarios teatro por De Hortensias y violetas, una historia de amor lésbico) a otra integrante del colectivo de la pieza radial.
Y todavía más: los saltos de Dalia Reyes, periodista de la emisora CMHW, la W de Villa Clara, al confirmarse que resultó su emisora, la mejor del país en la categoría provincial. Y es que de allí son ―conozco fundamentalmente la parte informativa―, colegas de la talla de Alexander Jiménez, Abel Falcón y de ese propio entorno, Alicia Elizundia y Minosca Cadalso..
Las palmas para LA RADIO CUBANA galardonada en su conjunto, como sistema radial nacional. Y es que fue heroico el trabajo de sus artistas y técnicos, desde los municipios hasta la capital, ante al azote de los huracanes Ike y Gustav por casi toda la Isla. Guillermo Pavón, vicepresidente del ICRT ( para la radio), levanta emocionado el Gran Premio concedido por tal labor. //Fotografía: Solomé Campanioni//
Bien que la gala sea diseñada para la televisión ―que la radio merece esos espacios largamente―, pero los que estábamos en el teatro, vimos desfilar delante de nuestros ojos un espectáculo marcado por un doblaje que falseó la proyección escénica (de la que no se salvó casi nadie, incluida la presentación de Edesio Alejandro, su hijo y ese excelente intérprete que es Patricio Amaro con el tema de la cinta Kangamba). Eso, y que algunos de los invitados, francamente, no reunían el nivel cualitativo suficiente para una gala que presupone una alta jerarquía artística, variedad aparte.
El contraste fue violento cuando se presentaron los decimistas (Aramís Padilla y Héctor Gutiérrez), con su verso fresco y su entrega genuina, EN VIVO.
Por otro lado, es cortés homenajear a la sede, pero excederse, es otra cosa. Y es que no se trataba de un canto a Güines, sino de un Festival de TODA la radio cubana. (Conste que no hablo de la interrupción de fluido eléctrico, sabidos los momentos que vivimos; ni de las impuntualidades).
Me alegra además constatar la reducción de los galardones, aunque aún podrían reconcentrarse más. No es cuestión de estimular a las 96 emisoras cubanas, sino de premiar la excelencia.
Nunca he entendido tantos “grandes premios” en los Festivales de la Radio. Ser tan pródigos en su entrega, lejos de acentuar calidades, los devalúa. GRAN PREMIO es la CUMBRE de un TODO, no de una categoría dada. Deberían reservarse para un espacio, o dos, para los programas de excelencia indiscutible. Tal vez sería bueno coger las señas del festival de telecentros que dividió sus premiaciones en dos grandes esferas: difusión de la realidad y recreación de la realidad.
Y no me extiendo aquí en la “fabricación de programas en laboratorio”, un tema del que poco se quiere escuchar. Aquí algunos, a fuer de sinceros, no podrán decir el consabido discurso de “yo no trabajo para premios”.
Me atrevo además a una sugerencia: Es menester, aunque sea en dos líneas, exponer una sinopsis del programa galardonado, o un brevísimo dictamen. No basta con el título. Muchas veces se nos escapa la motivación, la sustancia del hecho radial. Ojalá el próximo Festival lo tenga en cuenta.
Al salir del Campoamor, llovía. Nos apretujamos en una “guaguita”. Me enrolé en una conversación con Xiomara de las Mercedes Fernández ―de Radio 26, Matanzas, galardonada por la mejor actuación femenina por el teatro “La ventana”―. Una conversación hermosa y sincera, como si la conociera de toda la vida. Es cierto los que hablan de la “familia de la radio”. Así nos bajamos para la despedida…
En mi mesa, sin planificaciones, estaba toda Cuba.
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