Reinaldo Cedeño Pinedaescribanode@gmail.comNo es la primera vez que en horario estelar de la TV Cubana, en el espacio de la telenovela, la nueva producción no puede estar a tiempo… y se echa manos a una retransmisión. Tal vez sería un suceso trivial sino fuera porque este se apunta como un nuevo naufragio en el OCÉANO de las repeticiones.
Aplaudí cuando se extendió la programación y surgieron los nuevos canales: fue un esfuerzo como para quitarnos el sombrero. Aplaudí cuando se decidió en fechas recientes reiterar varios capítulos de las series cubanas o foráneas, a tenor de las severas afectaciones eléctricas del huracán IKE. Era justo.
Las retransmisiones de series y telenovelas en horario madrugada-matutino es una vía que se puede hallar en otras televisoras del mundo. A ella tiene acceso un público más limitado ― por razones laborales o de estudio―, y finalmente resulta una opción de la que no he escuchado queja alguna.
AHORA… repetir la telenovela en el HORARIO ESTELAR es harina de otro costal.
Reiterar una obra dramática de la que ya se conoce todo y escamotearle a la familia cubana esa cuota de esparcimiento a la hora más esperada del día, es poco menos que una bofetada; mucho más cuando no se ha dado explicación alguna..
La telenovela no es un programa más, es toda una instituciónSus raíces se hunden precisamente en la historia de la cultura cubana (
El derecho de nacer de Félix B. Caignet). La telenovela es un fenómeno social que ha sustituido (al menos en Cuba) a la ya casi preterida costumbre de compartir la mesa. Digo más, la telenovela es el plato fuerte. Es ella misma y lo que la rodea: los comentarios, los intercambios intergeneracionales y la sobremesa.
No creo que alguien ponga en duda que la televisión es ahora mismo ―para una buena parte de los cubanos― columna vertebral de su diversión: la más barata, asequible y permanente. De ahí que su encargo social se redimensione, y que la telenovela sea una de sus joyas.
La telenovela es un código que los años han asentado. Un código que, aunque no escrito, tiene sus exigencias. A las nueve, a las nueve y treinta de la noche todo se condiciona en una casa, todo se apura o se pospone hasta en el barrio, para estar libre… porque es la hora de la telenovela.
No soy un “telenovelero” furibundo, pero las veo con frecuencia. Mi familia me habla de los tramas y de los enredos, yo hablo con ellos. Se comenta en los centros de trabajo, se especula, siempre aparece el que ya la ha visto, el que sabe el final, se forman los ¿será o no será?…
No descubro nada ni exagero, no “divinizo” a la telenovela; pero esta se ha convertido en un puente de comunicación. Y es, a todas luces, la madre de las series televisivas.
Las telenovelas en Cuba hace tiempo dejaron de ser patrimonio exclusivo de señoras y señoritas, de amas de casa y de abuelas, para convertirse en espacio de la familia toda.
Los cubanos podremos disfrutar de películas y series extranjeras (algunas muy seguidas en horas de la madrugada), pero amamos y defendemos lo nuestro, queremos ver las nuestras, con nuestras historias, nuestros escenarios y nuestros actores. Tenemos una cultura de resistencia que es ya parte de nuestra identidad, y somos exigentes, porque así nos formaron.
Por eso muchos se sentaron (nos sentamos) frente al televisor para volver a ver (y los más jóvenes por primera vez) un serial como En silencio ha tenido que ser, todo un clásico de la televisión…
Alguien me ha dicho que es justo que otras generaciones conozcan lo que se hizo hace algunos años, y a sus actores. Me he persignado. Una cosa es repetir una serie de algunos capítulos (o una película) y otra muy diferente, reiterar un culebrón durante meses. La guitarra y el violín podrán tener cuerdas, pero no suenen igual.
Por eso, creo que esta vez, la programación dramática de la televisión cubana le ha fallado a su público.
¿Retransmisiones o soluciones?En el 7. Congreso de la UNEAC, un actor de la estatura de Enrique Molina cuestionó “las retransmisiones como solución” por el descrédito que conllevan para la propia televisión, por la molestia que causan al público, y por el abandono que impulsan hacia otras opciones, cuantas veces peores.
He visto como los medios alternativos se van convirtiendo, poco a poco, en medios cada vez más masivos. Y el intercambio de series… de todas las calidades.
Hablo de telenovela por no hacerlo de otros espacios como
Aventuras. A este le cae como anillo aquel verso:
ayer maravilla fui… hoy sombra de mí no soy. Es otro lugar que la televisión cubana ha cedido, otro que se ha sumado a las repeticiones, y
a las repeticiones de las repeticiones. Ya van dos… aunque en verdad, la lista ha engrosado considerablemente.
Vivimos en Cuba ― en la Cuba que defendemos y soñamos―. Hoy nos enfrentamos a grandes desafíos y necesariamente han de establecerse prioridades; pero…las repeticiones de la TV no son hijas de los huracanes.
La televisión no se hará con pocos recursos, cierto es; mas no creo que esté allí la única causa. Allí hay también subjetividades y calidades por analizar.
Creo que se ha malgastado tiempo y recursos ―recursos que se han entregado― en más de una propuesta fallida, que de haber sido sometida a un riguroso análisis desde su origen, nunca hubiese ganado la pantalla. Ahora mismo hay varios ejemplos que pretendemos analizar a posteriori.
Algunos se sentarán estoicamente otra vez a ver
Las Huérfanas de la Obrapía, tras llegar del trabajo, o tras cocinar y fregar. Observarán si Fulanito “está igualito”, o “si Menganita se ha puesto más vieja”. Muchos lo harán porque no tienen otra cosa que hacer. Los desmemoriados cogerán el hilo y desenredarán todas las tramas después de unos capítulos… ¡ah sí, chica!… Otros encenderán los videos, los que tengan..
Y todos ahí, huérfanos, sin piedad, esperando la próxima… telenovela. ///