sábado, 28 de septiembre de 2013
El libro del náufrago: ARGELIO SANTIESTEBAN / Participante Segundo Concurso Caridad Pineda In Memoriam de Promoción de la Lectura
♣ El libro de su vida: La
Biblia
El escritor español Eduardo Mendoza declaró
alguna una vez: “Si tuviera que llevarme un solo libro a una
isla desierta, preferiría ahogarme en el naufragio”.
Alguien dijo que ante tan catastrófica tribulación le interesaría contar
con “Agua dulce y un libro que
diga… ¡cómo sobrevivir en una isla
desierta!”, con lo cual evidenció alma de chivador cubano.
Yo
pertenezco a la sandunguera tropa cubiche, pero –aunque pierda por ello
esa divertidísima militancia-- no me
duelen prendas a la hora de admitir que sí he hecho una elección para mi
estancia en la isla desolada.
El
seleccionado es un texto venerable, nacido en el fondo del Mediterráneo entre
las doce tribus de un pueblo entonces insignificante, y en cuya plasmación invirtieron milenio y medio las manos de
veintenas de autores, aunque según los creyentes sólo fueron simples escribanos,
intérpretes de la divina voluntad.
Y en
las páginas de ése, el libro por excelencia, está sencillamente… todo.
Aunque
se halle en una isla desierta, ¿le interesa a usted conocer cómo se pone en
marcha un servicio de inteligencia? Pues siga los pasos a Josué y a la ramera
Rahab, previos a la toma de la amurallada Jericó.
¿Qué
criterios tener en cuenta para llevar una vida higiénica? A lo largo de los
cinco textos mosaicos se nos instruye para conservarnos en salud.
¿Pretende enseñorearse de la oratoria, para el día en que finalmente lo
rescaten y tenga público oyente? Diríjase a los Evangelios --etimológicamente “las buenas nuevas”-- para aprender de El Ungido altos vuelos del
lenguaje verbal.
¿Pedía
usted normas a seguir, direcciones que enrumbar para no moverse desnortado en este tránsito por la aperreada
vida? Pues ahí está el rey-sabio, con sus sensatos proverbios. Él nos pone en
guardia contra la mujer peleona, pues resulta mejor vivir en el desierto que en
lujosa mansión junto a tan ingrata compañía. Nos advierte que la envidia es
carcoma de los huesos. Observa que el hombre cuerdo encubre su saber, mas el
necio publica su tontería. Profetiza que caerá el pueblo donde no haya una
dirección sabia. Anota que el indolente ni siquiera asará lo que ha cazado, y
que la diligencia es haber precioso en el hombre. Maldice al que se alegra de
la calamidad, quien no quedará sin castigo. Prescribe que el corazón alegre es
la mejor de las medicinas. Proclama que el hombre que tiene amigos ha de ser
amigo, pues amigo hay más unido que un hermano. Expresa que comer mucha miel no
es bueno, ni el buscar la propia gloria es gloria. Denuncia a los que no
duermen si no han hecho el mal, ésos que comen pan de maldad y beben vino de
rapiña. Y, por último, Salomón nos recuerda que el sabio descansa confiado,
como un león.
Mientras se espera la aparición de la nave que haga posible el rescate,
¿no sería provechoso invertir las horas muertas en la búsqueda de un paradigma
que seguir, un arquetipo digno de ser imitado, el modelo ideal que inspire
acciones elevadas? Pues ahí tenemos al pastorcillo –tremenda lección de
democracia-- que se convierte en rey.
Sí, David: guerrero, poeta, músico, bailarín, actor. El personaje por cuyo
atractivo a Michelangelo Buonarroti no le quedó
más remedio que sacar un portento de un tosco bloque de mármol.
Pero,
¿acaso en los días de aislamiento isleño suspira uno por la lectura de buena
poesía amatoria? Pues al alcance de la mano la tenemos: el mismísimo autor que
citábamos tiene allí el poema insuperado en el género, el cantar entre todos
los cantares: “Cuán hermosos son tus pies en las sandalias, oh, hija de
príncipe…”. Sí, la esposa que tiene leche y miel debajo de su lengua, esa amada
para la cual él es un manojito de mirra que reposa entre sus pechos, su
compañía en un lecho de flores, la hembra colosal que le parece imponente como
ejércitos en orden.
Por
todo esto –y por otras razones que me callo--
a la arrinconada ínsula, tras el naufragio, quiero llevarme la Biblia , el
libro que marcó mi vida.
Post scriptum: Mis
cofrades acaban de comunicarme que no debo andar temeroso en cuanto a perder el
carné de chivador cubiche, pues ellos
también son fans del libro colosal
DEL AUTOR
/ Argelio Santiesteban ( Banes, 1945) Escritor y periodista Autor del célebre volumen
El habla popular cubana de hoy y de Picardía cubiche , Anécdotas de Cuba y Cuando el pueblo jugó a ser Papá Dios. Bojeo a la
toponimia cubana.
TODOS Los premios, menciones y finalistas
GRAN PREMIO Memorias de Noé de José Orpí
PREMIO TERCERA EDAD Siempre corazón de Raúl Simón
Lauzán
Premio AUTOR NOVEL Somos una nación o no somos nada
de Anays Almenares Ávila
MENCIÓN ESPECIAL: Rezo a los maestros labradores de
libros de Rosaida Savigne
MENCIÓN Escaleras a un cielo demasiado lejos de
Rodolfo Tamayo Castellanos
MENCIÓN Neruda a flor de piel de Noel Pérez García
Finalista Yo También Volteé la cara de Jesús
Arencibia Lorenzo
Participante: El libro brújula de Myriam Rodríguez
Betancourt
Participante: el libro que marcó mi vida, venga
pues, Don Quijote de Víctor J. Ortega
Una lectura marcó mi vida: venga, pues, Don Quijote: VÍCTOR JOAQUÍN ORTEGA / Participante Segundo Concurso Caridad Pineda In Memoriam de Promoción de la Lectura
Recién divorciado de mamá, mi padre no vive con
nosotros y deja gran parte de sus libros en la casa. Como mi progenitora ha
intentado derrotar el dolor en una entrega aún más intensa a su hijo, me enseña
a leer y escribir: lo consigue cuando
estoy a pocos meses de cumplir cinco años. Con su voz, me rodea de narraciones
sobre el descubrimiento de Cuba, el asesinato de Hatuey, las cargas de Antonio
Maceo… ¡Dios, me imagino sobre un caballo, machete en mano, al ataque!
Sustraigo cuatro obras del estante de papá: El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha , una selección de poemas de Omar Al-Khayam, Los crímenes del
padre Amaro de Eca de Queiros, y El amor y sus
aberraciones. Al agregar un diccionario:
palabra que no comprendo la busco ahí. A veces me enredo, es cierto, mientras
aprendo y gozo.
La
novela de Cervantes me marca. A medida que pasan los años, la releo y entiendo
mucho mejor a Alonso Quijano, Sancho, Dulcinea… Residen en mi alma. En la
madurez, la sacuden en momentos decisivos o, al menos, apasionados, en
especial, el ilustre manchego. Esa lectura me ayuda a ingresar, a mediados de
los años 60, en la Escuela
de Periodismo de la
Universidad de La
Habana que comenzaría a existir con quienes aprobáramos.
Hay que
vencer varios exámenes: lo logro. Después, la entrevista con tres profesores de
la Facultad
de Humanidades, a la que perteneceríamos. Me toca un trío presidido por Mirta
Aguirre; en su béisbol, tan
sabrosa como Vinent lanzando. Primero, una pregunta- envío, curva en territorio
bueno. ¿Cuáles son las noticias más importantes de hoy? Luego, dos rectas que
se mueven pegadas, en zona de strike y a más de 90 millas sobre la
historia y la literatura. Si el suin de
usted no hace contacto, se poncha; si es débil, batea un palomón. En ambos
casos, no es aceptado.
Estoy al
día: le doy al curvón. .Rectazo: ¿Qué opina sobre las contradicciones entre
Céspedes y Agramonte? Sin todavía poseer los suficientes conocimientos sobre
esos asuntos, yo no ignoraba el problema: sin quitar méritos al mambí
camagüeyano, aplaudía las posiciones del
Padre de la Patria
como me enseñó Martí en sus escritos acerca de estos héroes y la Guerra de los Diez Años.
Tenían sus razones Carlos Manuel y gran parte del Gobierno en Armas; pero había
más razón en la posición del oriental. Las leyes no podían estar de espaldas a
lo principal: la guerra para alcanzar la libertad.
El tercer envío- interrogación se relaciona con
el significado de Dulcinea. Manifiesto toda la poesía que vislumbro en ese
personaje, el amor por el amor del caballero andante proyectado así para vivir.
En la época actual, seguimos inventando querencias de manera parecida. ¿Acaso
no agregamos cualidades a la pareja que tenemos o intentamos conquistar o no
nos importan sus fealdades morales y físicas para quererla, cegados de tanto
apasionamiento? Puedo conectar. Sin jonronear, consigo embasarme: entro en la
carrera.
Dejo atrás el presente histórico No niego que, a veces, el Quijote me ha
embarcado, lo digo a lo cubano. Vale la pena, lo digo a lo Calviño. Lo
esencial: he defendido mis ideas y lo que pienso justo con todas mis fuerzas,
venciendo cualquier temor y pase lo que pase. En ocasiones, ha pasado… Nunca me
arrepentiré de ser así, de haberlo hecho. Me he buscado problemas,
persecuciones, el cartel de conflictivo en el mejor de los casos; algún tonto
ha visto desviaciones ideológicas en mis acciones, mis opiniones por escrito o
planteadas en reuniones diversas. Ante
provocaciones no siempre he podido evitar que mi patria chica, Cayo Hueso,
Centro Habana (orgullo sano por haber nacido allí), se me suba a la cabeza,
hasta los puños y las piernas (el judo y el kárate te enseñan a usarlas) y aun
alguna sanción me ha tocado.
Esa ética con tanto del Quijote, se fortaleció
a partir del cristianismo verdadero de mi familia materna, y, más adelante,
con el alimento nuevo y más real que
aportó el fidelismo, rescatador de
Martí, Maceo, Gómez…, de los nuevos mambises del 30, al traer el bosque, la
montaña rebeldes a las ciudades, a todo el país, y enlazar el pensamiento del
Apóstol con las ideas socialistas.
Me atrapó el
quijotismo. Si de niño defendí a amigos
y conocidos de adversarios muy superiores en edad y físico e intercambié golpes con el abusador, aunque me sacara años y fortaleza también, con el
tiempo no perdí la costumbre de tratar de resolver entuertos y batirme contra
las injusticias y las falacias. Choqué con parte de la familia que se oponía al
proceso y escogí mi camino: fiel a la patria, traidor a mi clase. He mantenido
esa actitud contra lo mal hecho venga de donde venga. Muchos, incluso gente que me admira, me
criticaron o hicieron observaciones acerca del asunto. Varios invocaron la
cordura y llegaron a decir palabras con el mismo significado más o menos:
Sin
negar bondades y pensamientos valiosos en el personaje y fallas en el caballero de la triste figura, ¡cuánto
de lo peor de Sancho (especie de superpragmatismo) en estas personas! Allá el
que perciba en las quijotadas únicamente locura, necedad, desequilibrio y no encuentre el vínculo con el amor por los
demás y la justicia, el desprendimiento,
la bondad, la generosidad, el altruismo…Don Quijote estaba junto a Céspedes y
Fidel cuando aseguran que los hombres y las armas que les quedan bastan para
hacer la revolución, y siguen adelante después de sangrientos fracasos; con
el Apóstol y el Comandante en Jefe al
convertir el revés en victoria, sean la Fernandina o el golpe traidor en tierra azteca,
aunque deban nadar contra corrientes tremendas. Distingan su delgado cuerpo al
lado del Titán de Bronce en la
Protesta de Baraguá; y de Mariana, cuando la madre de todos
los cubanos manda al más pequeño de sus hijos a montar el corcel de la libertad
cual respuesta a una herida grave sufrida por Antonio.
En los combates siempre me acompañaron y me
acompañan patriotas e internacionalistas- estos, por tanto, dobles patriotas-
con mi ídolo al frente a quien no por gusto, en la propia familia y los más
allegados, calificaban de Quijote: Pablo de la Torriente Brau.
Vibraba y vibra en mi pecho Che Guevara, quien no escapaba de la quijotería. Al
despedirse, para situar sus esfuerzos por América y un mundo mejores, llevaba
la adarga en brazos dijo; Alonso Quijano cabalgaba junto a él. Pablo y Che eran
aventureros que enfrentaron el gran agravio: el de los explotadores contra los
pueblos .y se jugaron el pellejo por sus ideas hasta dar sus vidas. No
soslayaron sonar a los dogmáticos.
Intenté e intento seguir los pasos de estos seres. En oportunidades
muchos de los compañeros que me debían apoyar
me han dejado solo en ese andar, por temor a enfrentarse a potencias
poderosas hasta estando ellos en contra de la injusticia o la mordida del
dogmatismo... Martí lo escribió:”Es necesario contar siempre que los intereses
rigen principalmente a los hombres, y que rara vez están las virtudes del lado
de los intereses”
Recuerdo aquella vez que un dirigente del Instituto
Nacional de Deporte, Educación Física y Recreación (INDER) afirmó en una
conferencia de prensa que Cuba había avanzado en fútbol. Le corté el paso al
plantear un pensar opuesto; para mí, el propio conjunto nacional estaba
formado, en general, por pesistas o boxeadores que pateaban el balón de vez en
cuando. Se armó la discusión y únicamente tuve el apoyo de Reinoso, portero de
la selección del país y periodista. Ambos triunfamos y el funcionario debió
retractarse. Al término de aquella reunión, hubo quien me felicitó en el
pasillo, mirando para los lados; ante la censura por no situarse de mi lado
públicamente replicó: “Yo trabajo en el INDER y tengo que ganarme los frijoles
de la familia…” Algunos meses pasaron y
Reinoso fue separado del equipo nacional para
permitir el arribo del relevo. ¿Casualidad o caradureza?
Ahora, un nuevo libro me estremece desde verdades muy bien expresadas,
fustigadoras de quienes no quieren ver y hasta condenan tocar el tema porque
divide, según ellos, que parten de
posiciones equivocadas, en el mejor de los casos, o debido a que el racismo los
agarra de alguna forma. Hacia falta un ensayo tan enjundioso y, a la vez, con
dominio del idioma y del género, una base investigativa y el reflejo y la
interpretación de hechos vividos en la propia piel, sin rencor alguno ni canto
al afrocentrismo.
Me refiero a Elogio de la altea o las paradojas de la racialidad, de Zuleica Romay Guerra, ganador del Premio
Extraordinario de estudios sobre la presencia negra en la América y el Caribe
contemporáneos en 2012(Casa de las Américas). ¡Cuánta potencia proporciona para
quien quiera ser soldado de la batalla contra este mal que todavía nos corroe!
Hay que seguir contendiendo en nuestra tierra, negros, blancos y a la mitad,
para derrotar cualquier tipo de discriminación sea por el color de la piel o
contra creyentes, homosexuales, guajiros o la mujer.
El
racismo asoma el rostro; en muchas
ocasiones, el cuerpo entero marcha a trancos, mientras destruye al favorecer a
quien no lo vale en detrimento del merecedor, a pesar de los logros y el esfuerzo de la Revolución , con Fidel a
la vanguardia, en la contienda contra
este rezago ideológico antihumano. Hiere
en lo económico. Hay”… estudios que, con mayor énfasis a partir de los
años 90, reconocen a negros y
mestizos entre los grupos poblacionales
más golpeados por una crisis
económica que aún no ha sido rebasada
dos décadas después de su desate”.Zuleica, tu texto apuntala la marca de la
novela cervantina en mi espíritu, me sitúa en la caballería para arremeter
contra estas injusticias que todavía nos
laceran.. Don Quijote de la
Mancha cabalga sobre Rocinante cerca de nosotros. ¡Qué refuerzo,
hermana!
DEL AUTOR
/ Víctor
Joaquín Ortega. Periodista, narrador y poeta (La Habana , 1942).
Multilaureado. Entre sus libros: Rodolfo Trompá: una historia apasionante; El Rusito, Las
Olimpiadas de Atenas a Moscú y coautor junto
a Elio Menéndez de Kid Chocolate.
TODOS Los premios, menciones y finalistas
GRAN PREMIO Memorias de Noé de José Orpí
PREMIO TERCERA EDAD Siempre corazón de Raúl Simón
Lauzán
Premio AUTOR NOVEL Somos una nación o no somos nada
de Anays Almenares Ávila
MENCIÓN ESPECIAL: Rezo a los maestros labradores de
libros de Rosaida Savigne
MENCIÓN Escaleras a un cielo demasiado lejos de
Rodolfo Tamayo Castellanos
MENCIÓN Neruda a flor de piel de Noel Pérez García
Finalista Yo También Volteé la cara de Jesús
Arencibia Lorenzo
Participante: El libro brújula de Myriam Rodríguez
Betancourt
Participante: el libro que marcó mi vida, venga
pues, Don Quijote de Víctor J. Ortega
El libro bújula: JUSTA MYRIAM RODRÍGUEZ BETANCOURT / Participante Segundo Concurso Caridad Pineda In Memoriam
♣ Martí, el apóstol de Jorge Mañach, marcó su vida
Los libros —quién no lo sabe—, pueden divertir, entretener, conmover, aliviar, persuadir, hacer
pensar, enseñar…Son múltiples, y todas útiles, sus funciones, pero, para mí, la más importante se cumple cuando
un libro te ayuda a descubrir.
A los quince o dieciséis años, cayó en mis
manos el texto que abrió mi
conocimiento, y también mis sentimientos, a un mundo nuevo, el de la
propia raíz y sentido de la existencia,
más allá del lugar donde nacemos.
Se contaba en él una extraordinaria aventura: la de la
lucha por la dignidad humana, la que no da ni pide tregua, por la
que viven y, si es preciso, mueren, los imprescindibles.
Hablaba de una breve vida que alcanzó, sin embargo, para convencer a
escépticos, mover ánimos, soportar todas las calamidades, recobrarse de los
desencantos, combatir y sembrar ideas.
La narración de aquella existencia luminosa me reveló el
significado de la palabra sacrificio en
su dimensión auténtica, basada en el
amor a la justicia y la libertad.
Cada acción del personaje
contada por el autor, me iba mostrando los caminos que aquel debió recorrer en un mundo regido por
la opresión que lejos de amargarlo, aguzó su sensibilidad y moldeó su carácter.
Cada acto suyo, cada pensamiento, me servían de lección en un
aprendizaje que desde entonces, intuí, sería para siempre.
Comprendí que aquella lectura me señalaba dónde estaba el
horizonte.
A partir de
ella, comencé a buscar las palabras escritas por el protagonista de la
historia, que era mi propia historia y la de mis contemporáneos.
Mientras más me adentraba en su obra, menos me parecía su autor
distante ni remoto. Todo lo contrario;
leyéndolo, creía escucharlo para entablar con él un diálogo cercano, familiar,
lo mismo en los inflamados discursos que
en las cartas íntimas, llenas de desolación y delicadeza.
Advertí que
en su trayectoria vital, desde la adolescencia a la madurez, en la gigantesca
tarea a la que entregó familia, placeres, descanso, amores, vibró siempre el ansia de la patria. Como
diría Lino Novás Calvo: “De lo que quiera que hable, adonde quiera que dirige su
fantasía, lo sentimos urgido por un fervor de patria inlograda que presta
presión heroica y herida a toda su prosa y a todo su verso”.
Sentí en la obra que empezaba a desentrañar, el hálito del genio
anticipador. El genio de un pensamiento que proviene de una actitud crítica,
creadora, dialéctica, ante la realidad y su relación con los otros, capaz de
propiciar las claves para entender, desde el pasado, el presente.
En el ya continuo recorrido de sus escritos, me acerqué a los
diarios, confesión de sus zozobras, pero testimonio también de sus certidumbres
más plenas. Leí su revista para los
niños, en la que los adultos aprenden; sus escritos periodísticos donde se
siente el latido de lo trascendente; memoricé sus versos, salidos del corazón
en los crudos inviernos neoyorquinos…
Admiré su visión
profética que, afincada en el estudio y la observación constantes, le permitió
ser uno de los primeros en advertir el peligro mayor, y en indicarnos que
contra él sólo sería posible luchar y vencer con la unidad de nuestros pueblos
y con el concurso de todas las fuerzas sociales.
Más de una
vez, me preguntaba: ¿qué hombre era éste que podía asegurar a su madre, con
absoluta convicción en un texto perfecto, que jamás saldría de su corazón “obra sin piedad y sin limpieza”?
Al cabo de los años, las lecturas de su obra y las
interpretaciones que de ella y de su vida hacían insignes estudiosos, fueron
ayudando a mi comprensión del héroe y su mensaje, pero siempre agradeceré a
aquel texto, de modesta edición, el haberme guiado hacia un paisaje literario y
humano que aún no concluyo de explorar. Por
eso, por ayudarme a ir descubriendo ese misterio que nos acompaña, al
decir del poeta, no dudaría en afirmar que Martí, el Apóstol, de
Jorge Mañach, ha sido, entre tantos maravillosos libros leídos, el que marcó mi
vida: un libro puente, un libro brújula.
DE LA AUTORA / Justa Myriam Rodríguez Betancourt.
Periodista,
profesora e investigadora,
Premio Nacional
de Periodismo José Martí (2010)
TODOS Los premios, menciones y finalistas
GRAN PREMIO Memorias de Noé de José Orpí
PREMIO TERCERA EDAD Siempre corazón de Raúl Simón
Lauzán
Premio AUTOR NOVEL Somos una nación o no somos nada
de Anays Almenares Ávila
MENCIÓN ESPECIAL: Rezo a los maestros labradores de
libros de Rosaida Savigne
MENCIÓN Escaleras a un cielo demasiado lejos de
Rodolfo Tamayo Castellanos
MENCIÓN Neruda a flor de piel de Noel Pérez García
Finalista Yo También Volteé la cara de Jesús
Arencibia Lorenzo
Participante: el libro que marcó mi vida, venga
pues, Don Quijote de Víctor J. Ortega
Participante: El libro del náufrago de Argelio
Santiesteban
viernes, 27 de septiembre de 2013
COMO QUISO QUE FUÉSEMOS : Daniel Liens Fariñas / Segundo Concurso Caridad Pineda In Memoriam de Promoción de la Lectura
♣ El presente trabajo versa sobre La Edad de Oro, texto capital de José Martí y mereció
el Premio de la Sociedad Cultural
José Martí, institución invitada al Concurso
Quiso el Apóstol que los niños de América fueran
felices y para ellos escribió, desde EE.UU., una revista, que llamó La Edad de Oro. Y no era el político que
conocemos quien la escribía, quien apuntaba fabulosos cuentos y graciosas y
ligeras poesías, e historias de mucho interés como la de la cuchara y el tenedor o la del Hombre contada por sus casas, o recomendaba edificantes lecturas,
cuadros preciosos y vidas de ilustres figuras, sino el hombre de La Edad de Oro, el amigo
de los niños.
La mayoría de las veces ocurría que, de largo
escribir, apenas le alcanzaban las páginas para publicar lo que había prometido
y se quedaba en deuda para el próximo número. En La última página de cada número daba buenos consejos y explicaba verdades
del alma. Y en A los niños que leen La Edad de Oro, que es como
el prólogo o editorial y, a la vez, dedicatoria, del primer número, expuso con
transparencia su propósito:
conversar
una vez al mes, como buenos amigos, con los caballeros de mañana, y con las
madres de mañana; para contarles a las niñas cuentos lindos con que entretener
a sus visitas y jugar con sus muñecas; y para decirles a los niños lo que deben
saber para ser de veras hombres […] de modo que lo entiendan bien, con palabras
claras y con láminas finas. (1)
Sólo cuatro números (correspondientes a los
meses de julio a octubre de 1889) logró publicar, y nos dice Mirta Aguirre que
fue porque se negó a ceder a las exigencias de propaganda religiosa del editor
financiero de la revista. Martí prefirió –y así le escribió a su querido
Mercado-, antes que “propagar de propósito un credo exclusivo”, abandonar su
noble y útil empresa.
Como bases innatas o apriorísticas del carácter
del Apóstol, Cintio Vitier, uno de los mayores estudiosos de su vida y obra, destaca:
el sentido absoluto de la eticidad, la pasión por la belleza y la vocación
redentora. A partir de estos principios Martí asimiló y encauzó los datos de la
realidad.
Por su parte, la Aguirre señala tres ideas
fundamentales desarrolladas en cada uno de los números de La Edad de Oro, que son: la libertad y la dignidad del ser
humano, la libertad y la dignidad de los pueblos, y la libertad y la dignidad
del pensamiento. Ejemplos claros pueden hallarse en Tres héroes, Las ruinas indias, El Padre las Casas y Un paseo por la
tierra de los anamitas. Aparejada a estas, se encuentra la visión del
‘hombre nuevo’.
Martí enfoca su concepción hacia dos públicos:
el infanto-juvenil y el adulto. Cuando se dirige a los más pequeños, los
visualiza como los ‘caballeros y madres de mañana’. Los incita (o pone a algún
personaje de sus historias como ejemplo) a ejecutar buenas acciones, como un deber; o, por el contrario, les dice que no
deben incurrir en malos hábitos, ni pensar, ni hacer daño a sus semejantes. En A los
niños que leen… a manera de consejo expresa: “[…] el niño ha de trabajar,
de andar, de estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso: el niño puede hacerse
hermoso aunque sea feo; un niño bueno, inteligente y aseado es siempre hermoso
[…] (2)
Pero con los adultos es diferente. Él sabía que, en edades tempranas, eran
los padres, abuelos o tíos quienes leerían a los infantes y, pensando en esto, dejó mensajes para los adultos. Los hombres
nuevos también son los que hoy obran mal; pero mañana pueden obrar bien. Un
llamado de conciencia a aquellos sin rumbo. ¿Su arma secreta más poderosa? La
conmoción. Los persigue sin pausa, aguijonea y avergüenza en la dignidad, donde
las fibras son más sensibles, los ataca con verdades irrefutables y ejemplos tiernos,
y cuando los logra tener donde quiere, que es, preguntándose ¿qué puedo hacer?,
entonces como un padre cariñoso abre grande los brazos y les muestra la
solución: siendo buenos, siendo virtuosos.
Nuevo debe ser el hombre y nuevos sus hábitos,
psicología, maneras de sentir y actuar, para la sociedad nueva que, también –y
este era el sueño del Héroe Nacional-, debe erigirse. El ‘hombre nuevo’, ante
todo, debe desligarse –lo que no significa olvidarse- del pasado y del presente
que lo oprimen. Martí lo reflejó no solo en La Edad de Oro, sino en numerosos escritos.
Va uno formándose criterios: amor a la libertad,
identidad nacional y sensibilidad artística, porque en La Edad de Oro Martí también se refiere a la labor del ‘poeta
de ahora’, o sea, del ‘artista nuevo’, cuál es su misión, cuáles son sus
desafíos en los tiempos modernos:
Lo que
ha de hacer el poeta de ahora es aconsejar a los hombres que se quieran bien, y
pintar todo lo hermoso del mundo de manera que se vea en los versos como si
estuviera pintado con colores, y castigar con la poesía, como con un látigo, a
los que quieran quitar a los hombres su libertad, o roben con leyes pícaras el
dinero de los pueblos, o quieran que los hombres de su país les obedezcan como
ovejas y les laman la mano como perros. Los versos no se han de hacer para
decir que se está contento o se está triste, sino para ser útil al mundo. (3)
El ‘hombre nuevo’ defiende, según Aguirre, sus
propias costumbres y tradiciones (modos de ser), su lengua madre, su espíritu
patrio (la independencia y soberanía de su nación) y su cultura. Pero el ‘hombre
nuevo’ también tiene una cultura general integral y un sistema de valores, y en
esta dirección van dirigidas nuestras reflexiones finales.
En al menos un escrito de cada número, el hombre de La Edad de Oro dejó sus
consideraciones sobre el modo de pensar y proceder del ‘hombre nuevo’, ‘hombre
del mañana’ u ‘hombre ideal’, que cada ser humano lleva intrínsecamente, que
aquí resumiremos a fin de caracterizarlo: curioso
(en el mejor sentido de la palabra), porque desea aprender e investigarlo todo;
hábil, o sea, capaz y dispuesto a
cualquier tarea o ejercicio, voluntarioso;
valiente, esforzado en su quehacer; competente,
diestro; inteligente, sensible,
comprensivo; imaginativo, impetuoso; benévolo, solidario; útil,
práctico; honrado, respetuoso; amable, bondadoso; talentoso; paciente; justo; decidido, osado; independiente, autónomo; desinteresado, modesto;
responsable; creador y
revolucionario.
De tales cualidades se desprende el sistema de
valores martiano: honestidad (amor a la verdad y la justicia), humanismo
(amor al ser humano), dignidad (valor inherente al ser humano en cuanto
ser racional, dotado de libertad y poder creador; autonomía), honradez
(fidelidad a la moral y a la ley), altruismo (voluntad desinteresada
hacia otras personas), patriotismo (amor a la patria, orgullo nacional),
responsabilidad (sentido del deber), laboriosidad (amor al
trabajo), solidaridad (colaboración mutua entre las personas), antimperialismo
(radicalización frente a las posiciones expansionistas de algunos países y
reconocimiento de la necesidad unitaria de América Latina) y modestia
(reconocimiento de los defectos y errores e inhibición de las virtudes y logros
propios).
En cuanto a las enseñanzas que rezuman las
composiciones de La Edad de
Oro, vale destacar los resúmenes de historia de la humanidad que hace en
La historia del Hombre contada por sus
casas y La Exposición de París, y particularmente de nuestros
aborígenes americanos en Las ruinas
indias, y del pueblo de Anam (actual Viet Nam) en Un paseo por la tierra de los anamitas; las lecciones morales de Meñique, Cada uno a su oficio, Bebé y el
señor Don Pomposo, Nené traviesa, El camarón encantado, Los zapaticos de rosa,
La muñeca negra y Los dos ruiseñores; las explicaciones filosóficas y
religiosas dadas en La Ilíada de Homero y en Un juego nuevo y otros viejos; las consideraciones acerca del arte
que ofrece en Músicos, poetas y pintores; entre otras, que de abordarlas en
detalle harían crecer estas páginas.
Parafraseando a Vitier: con sus cuentos, versos,
semblanzas y evocaciones, La Edad de
Oro quería ser, nada menos, una narración pedagógica del mundo y una
invitación a mejorarlo. El entrelazamiento de ternura, ética, historia,
imaginación y ciencia en que consiste su argumento, con ser tan precioso, no
sería el milagro que es si no fuera por la gracia de la forma, a la vez
conversacional y escrita de modo indeleble. Desde el primer escrito hasta el
último, el universo se abre para el niño y el adolescente como la granada de la
sabiduría.
Un análisis mucho más profundo merecen las
enseñanzas filosóficas, históricas, morales, de toda índole, así como el
sistema de valores, plasmados en cada uno de los cuentos, poemas y artículos de
La Edad de Oro. Ello, con seguridad, constituirá objeto de
estudio para futuros ensayos que vendrán de mano de interesados más avezados en
el tema. No obstante, sirva el presente como una aproximación más a la obra
martiana, tan necesario como el resto de los que se han hecho, por cuanto la
búsqueda del ‘hombre nuevo’ es aún un asunto pendiente para los que creemos en
un futuro mejor.
NOTAS
1 José Martí: La Edad de Oro,
pp. 5-6.
2. Ídem, p. 5
3. Ídem, pp. 73-74
DEL AUTOR /Daniel Liens Fariñas
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MENCIÓN ESPECIAL: Rezo a los maestros labradores de libros de Rosaida Savigne
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MENCIÓN Escaleras a un cielo demasiado lejos de Rodolfo Tamayo Castellanos
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MENCIÓN Neruda a flor de piel de Noel Pérez García
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Finalista Yo También Volteé la cara de Jesús Arencibia Lorenzo
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