miércoles, 4 de junio de 2008
Trazados en el mapa: LAS PINTURAS DE CERVIÑO
Reinaldo Cedeño Pineda
“Poesía es lo que nos salva”, me dijo una vez Carilda Oliver Labra. “Lo único que no puede hacerse en materia poética, es ignorarla”, agregó. “La poesía hay que sacarla, si es preciso, del más allá”, me confesó Dulce María Loynaz. La poesía siempre indefinible, renuente a ser atrapada ni aún por el hilo sutil de las revelaciones.
¿Qué revelaciones, qué agonías? ¿Qué mares interiores baten sus olas en las páginas de este libro? ¿Qué ecos y qué salvaciones?
Pedro López Cerviño (Santiago de Cuba, 1955) nos propone su propia visión: la poesía trazada en el mapa de la memoria, en el agua ida, apacentada; trazos sobre la arena, resurrección y desencuentro; la poesía, interregno entre los contrastes, tierra movediza:
De la luz y las sombras,
de la voz y el silencio,
de la hoguera y el hielo.
Del fruto y la semilla,
de los aullidos de los lobos hambrientos,
de esternones y páncreas.
(“Carta a Eros”)
He tenido la suerte de asistir a presentaciones de volúmenes anteriores de este autor: No se puede matar al timonel (Ediciones Extramuros, 2002) y Oreja de campesino (Ediciones Santiago, 2005). Incluso, a una curiosa muestra en power point de sus versos en la Casa del Caribe, seguramente para estremecimiento de cenáculos idos. Así pues, algo de atención llevo sobre su creación, y creo advertir aquí los vasos comunicantes entre un volumen y otro, entre ambos y este que ahora les presento, Trazados en el mapa, Premio de poesía José Manuel Poveda 2007.
No falta aquí el tono filosófico, la médula reflexiva; mas Trazados en el mapa es sobre todo, una acuarela sin límites por sobre las épocas, por Engels o Calígula, por Anastasia y Atila, entre la trapecista de la vida (su púdico temblor, su salto mortal) y el violinista esquivo (que se guarda Mozart para sí). Es un pincel con una cancioncilla parisina entre las brumas, entre las brumas de las novias de ayer…
Sin embargo, Trazados en el mapa no es un libro, en realidad son varios libros. Sus cuatro partes “Dentro del piano”, “Cartas a Eros”, “Veinticinco epigramas y algunas especies más”, y “Los bebedores de Tifei”, representan varios estadíos, y ninguno anda salido del dolor, sino después de él, tal vez del escozor. Es poesía de la idea súbita, con una cierta claridad muy propia. Es poesía de la celebración.
A Norberto Codina, Roberto Manzano y Mireya Piñeiro (jurado del Premio Oriente), me los imagino paladeando cada verso, cada asalto de este libro pintado a verso mínimo, a puro retrato; atrapando un instante con su leve ironía −leve o agazapada−; a este Cerviño sentado a la mesa con los fundadores o los marginales, el de los abrazos en Curazao o La Habana, el de los asombros en Shangai o Managua; a este autor exprimiendo zumos de sus huesos, o llenando espacios que nunca pudieron ser, reinventándolos.
La poesía siempre le rescatará de otros caminos.
Trazados en el mapa (Editorial Oriente, 2008) es una biografía poética, que siendo suya, ya es nuestra, porque el poeta es un visionario, un desatino −y acaso qué es la vida sino eso: visiones, desatinos−; que poesía es lo que nos salva, y hay que sacarla, si es preciso del más allá.
(Presentado en los Juegos Florales 2008, Ateneo Cultural Licenciado Antonio Bravo Coreoso, el último día de mayo. Santiago de Cuba)
“Poesía es lo que nos salva”, me dijo una vez Carilda Oliver Labra. “Lo único que no puede hacerse en materia poética, es ignorarla”, agregó. “La poesía hay que sacarla, si es preciso, del más allá”, me confesó Dulce María Loynaz. La poesía siempre indefinible, renuente a ser atrapada ni aún por el hilo sutil de las revelaciones.
¿Qué revelaciones, qué agonías? ¿Qué mares interiores baten sus olas en las páginas de este libro? ¿Qué ecos y qué salvaciones?
Pedro López Cerviño (Santiago de Cuba, 1955) nos propone su propia visión: la poesía trazada en el mapa de la memoria, en el agua ida, apacentada; trazos sobre la arena, resurrección y desencuentro; la poesía, interregno entre los contrastes, tierra movediza:
De la luz y las sombras,
de la voz y el silencio,
de la hoguera y el hielo.
Del fruto y la semilla,
de los aullidos de los lobos hambrientos,
de esternones y páncreas.
(“Carta a Eros”)
He tenido la suerte de asistir a presentaciones de volúmenes anteriores de este autor: No se puede matar al timonel (Ediciones Extramuros, 2002) y Oreja de campesino (Ediciones Santiago, 2005). Incluso, a una curiosa muestra en power point de sus versos en la Casa del Caribe, seguramente para estremecimiento de cenáculos idos. Así pues, algo de atención llevo sobre su creación, y creo advertir aquí los vasos comunicantes entre un volumen y otro, entre ambos y este que ahora les presento, Trazados en el mapa, Premio de poesía José Manuel Poveda 2007.
No falta aquí el tono filosófico, la médula reflexiva; mas Trazados en el mapa es sobre todo, una acuarela sin límites por sobre las épocas, por Engels o Calígula, por Anastasia y Atila, entre la trapecista de la vida (su púdico temblor, su salto mortal) y el violinista esquivo (que se guarda Mozart para sí). Es un pincel con una cancioncilla parisina entre las brumas, entre las brumas de las novias de ayer…
Sin embargo, Trazados en el mapa no es un libro, en realidad son varios libros. Sus cuatro partes “Dentro del piano”, “Cartas a Eros”, “Veinticinco epigramas y algunas especies más”, y “Los bebedores de Tifei”, representan varios estadíos, y ninguno anda salido del dolor, sino después de él, tal vez del escozor. Es poesía de la idea súbita, con una cierta claridad muy propia. Es poesía de la celebración.
A Norberto Codina, Roberto Manzano y Mireya Piñeiro (jurado del Premio Oriente), me los imagino paladeando cada verso, cada asalto de este libro pintado a verso mínimo, a puro retrato; atrapando un instante con su leve ironía −leve o agazapada−; a este Cerviño sentado a la mesa con los fundadores o los marginales, el de los abrazos en Curazao o La Habana, el de los asombros en Shangai o Managua; a este autor exprimiendo zumos de sus huesos, o llenando espacios que nunca pudieron ser, reinventándolos.
La poesía siempre le rescatará de otros caminos.
Trazados en el mapa (Editorial Oriente, 2008) es una biografía poética, que siendo suya, ya es nuestra, porque el poeta es un visionario, un desatino −y acaso qué es la vida sino eso: visiones, desatinos−; que poesía es lo que nos salva, y hay que sacarla, si es preciso del más allá.
(Presentado en los Juegos Florales 2008, Ateneo Cultural Licenciado Antonio Bravo Coreoso, el último día de mayo. Santiago de Cuba)
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